Hace 23 años, con apenas un mes de nacido, salió en brazos de su madre desde Maicao en la Guajira a cumplir una cita gloriosa con el destino en Barranquilla, ciudad en la que años más tarde daría sus primeras zancadas en el atletismo.
“Me vine para Barranquilla cuando Anthony solo tenía un mes de nacido”, recuerda su madre Miladis.
Cuenta su progenitora que decidió quedarse allí, como madre soltera y con mucho esfuerzo sacó a su hijo adelante. “Lo registré con mis apellidos y gracias a Dios no tuve ningún problema con él, luchamos juntos y salimos adelante”.
En estos momentos de gloria para Anthony, recuerda todas las vicisitudes que tuvieron que pasar para llegar hasta este punto.
“Él fue mi motor y yo el suyo”, dice orgullosa.
Antes de que sus piernas forjaran las dos medallas de oro de los 400 metros del Panamericano de Lima y la plata del Mundial de Doha, Anthony que creció sin un padre y moldeó su carácter en las calles superando muchos obstáculos.
Para ayudarle a Miladis, trabajó de albañil y hasta de mototaxista, e hizo otras labores, siempre mirando cómo ayudar.
Doña Miladis lo recuerda como un niño inquieto y esa hiperactividad también la notaron los profesores del colegio María Cano, quienes le propusieron quemar su energía como atleta en los juegos intercolegiados.
Orlando Ibarra, presidente de la Liga de Atletismo del Atlántico, dice que desde que lo vio supo que iba a ser una súper estrella.
“Tenía unas condiciones naturales para correr, la forma en que lo hacía, lo que mostró la primera vez que lo vimos corriendo en ese campeonato Supérate intercolegial en el estadio Metropolitano, eran prueba de que Anthony tenía condiciones naturales”.
Dice Ibarra que ahí lo sedujeron para que siguiera por ese camino y lo dejaron en el atletismo.
En esa competencia estudiantil empezó a escribirse la historia del máximo representante del atletismo en Colombia, un sueño que casi se convierte en pesadilla por culpa de una lesión que amenazó con sacarlo de las pistas.
Sin embargo, el apoyo de su madre y la abnegación de su entrenador Carlos Cantillo no lo permitieron.
“Siempre le han gustado mucho las motos y manejando una se lastimó un tobillo, y no se podía recuperar de esa lesión”, recuerda Cantillo.
Miladis también manifestó que él había llegado a un nivel muy alto y ya había participado en el Mundial y de pronto, por culpa de la lesión, le retiraron los apoyos.
“Se deprimió y me decía que se sentía muy mal, que pensaba en retirarse y le dije que no. Duró tiempo sin ir a entrenar, porque era tanta la tristeza que se alejó del deporte”.
Pero su madre no lo iba a dejar desfallecer: “me senté con él y le dije ‘tú tienes que demostrarles a todos los que te quitaron su apoyo, quién eres y que vas a salir adelante”.