La época gloriosa de Orlando Ramírez y Joaquín Gutiérrez, únicos protagonistas colombianos de brillantes actuaciones en las Grandes Ligas durante las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado, respectivamente, cuando sus presentaciones apenas se reportaban en la radio costeña al día siguiente de cada partido, parecen recogidas ya en los anaqueles de la historia.
Bien guardados y bajo custodia permanecen, cuatro lustros después, los antecedentes de estos quijotes, quienes ahora pueden ver cómo otros coterráneos a la par vienen escribiendo otro cuento muy distinto a punta de batazos: Giovanni Urshela (Yanquis de Nueva York), Óscar Mercado (Indios de Cleveland) y Jorge Alfaro (Marlins de Florida).
“La de hoy es una generación de nuevos deportistas que venimos consolidándonos después de trabajar por mucho tiempo en la pelota de otros países, como en mi caso, en República Dominicana”, manifestó Urshela recientemente en el portal de su equipo, Yanquis de Nueva York.
Los cartageneros Ramírez y Gutiérrez fueron los pioneros del béisbol colombiano en la Gran Carpa. Por años, el mejor conocido como “Ñato” Ramírez, un fortachón y alegre pelotero que firmó contrato para los Angelinos de California, jugando en esa novena cinco temporadas, entre 1974 y 1979, permaneció como el primer jugador criollo en llegar a la pelota mayor.
Años después se conocieron testimonios y documentos en los que aparecía el antioqueño (o chocoano, pues aún hoy no está claro dónde nació) Luis Castro como el primero en actuar para un equipo estadounidense (el Philadelphia Athletics en la temporada de 1902).
Gutiérrez, por su parte, bateador derecho y campocorto, jugó con los Medias Rojas de Boston tres temporadas (1983-85), dos con Orioles de Baltimore (1986-87) y una con Filis de Filadelfia (1988) fue, en su momento, uno de los mejores peloteros latinoamericanos de Grandes Ligas.