Cuando Sabina Mazo Isaza se fue a Estados Unidos en procura de algo así como el “sueño americano”, lo hizo con visa de estudiante. Fue en enero de 2016 luego de hacerse bachiller del Colegio Montemayor Sagrado Corazón. Quería seguir sus estudios universitarios de Medicina en ese país. Pero, más allá de ello, intentar hacerse a algún nombre en lo que le apasiona desde niña: las artes marciales mixtas, de las que hoy muestra con orgullo su título mundial de la LFA (Legacy Fighting Alliance, una de las más importantes empresas promotoras de este deporte).
El primer objetivo lo logró pues ingresó al Orange County College OCC de Huntington Beach, estado de California, donde se radicó para emprender una nueva vida. Allí empezó a estudiar Nutrición y combinó con el deporte sus ratos libres. La ilusión llegó a tal extremo que, con solo semanas de estadía, ya se había vinculado a la cuerda del brasileño Rafael Cordeiro, considerado uno de los más conocedores de la disciplina y formador de grandes campeones mundiales como Wanderlei Silva, Mauricio Shogun y Fabricio Werdum, entre otras figuras.
Ayer, esta antioqueña de piel blanca y esbelta figura que a simple vista no pareciera tener unos puños de hierro, unas piernas de acero y una agilidad única para aplicar llaves sobre sus rivales, a las que “destroza” cada vez que ingresa a la jaula de combates a batirse en pelea, empezó a saborear el verdadero objetivo de su ida a EE. UU. al firmar contrato con la UFC (Ultimate Fighting Championship), la más prestigiosa empresa de promoción de las artes marciales del mundo.
“Esto es emocionante; tengo sensaciones increíbles; sin embargo, considero que lo importante es demostrar con hechos que, más allá de haber llegado a la UFC, tengo madera en la jaula”, dice Sabina.