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El arte de la paz

  • El arte de la paz
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Deberíamos empezar por decir que la reconciliación en sí es un arte. Es uno que suma otras artes como el arte del saber escuchar, el de dialogar, el de ceder y conceder, el de pactar, el de ser solidarios y dejar de pensar en lo que uno quiere para sí y entender que debe ser sustituido por el arte de lo que más conviene a los demás, que lleva al arte de los proyectos futuros y comunes, a saber familia, pueblos, patria y progreso, entre otros. Es el arte de la Paz.

El arte de la Reconciliación es visionario, emocionante y a él deberíamos llamar a todos a participar y en él dar rienda suelta a todos nuestros sueños. Os garantizo que hasta el más pequeño de los inseguros ciudadanos sentiría cuan capaz es de ser artista.

El problema es que las reconciliaciones arrastran lastres. Lastres de dolor fermentado en rencillas, odios, rencores y toda una serie de herencias que no son buena tierra para el cultivo de las ideas. Ni de las nuevas ni de las revolucionarias, ni de las progresistas ni de las conservadoras. Y entiendo que es difícil levantar el vuelo a ciegas con tanto peso pesado y pasado, por mucha voluntad que haya, lo entiendo. Cada quien tiene sus razones y cada razón tiene las suyas. Y aunque os asegurase que el dolor no enseña nada nunca y os demuestre que la historia todo error que comete lo resuelve, entiendo que no fuese razón suficiente para que los heridos olviden, para que los muertos vuelvan a la vida, recuerdos incluidos.

Pasa el tiempo y uno, de tan acostumbrado ya a padecer, anestesiado y adormecido, acaba por dejarse caer en una inercia de costumbre que todo lo entumece y eso tampoco deja pensar con claridad.

Yo quisiera hoy emocionaros y hacerlo a la manera de como lo hace el arte, con propuestas nuevas y entusiasmantes y también porqué no seduciros con apostar por una aventura que es la del aprender. Decía Merlín que no hay mejor medicina para el hombre que sienta dolor, soledad o desamor que la del embarcarse en el aprendizaje. Decía que ocupar la mente y el espíritu en ello rejuvenecía hasta el mas achacado o herrumbroso de los físicos y que volvía la esperanza y la juventud. Que en todo ello estoy de acuerdo y que lo tengo bien testado, añadiría yo.

No queda mas remedio que entenderse porque el tiempo apremia y las vidas, que son tan cortas, han de ser dedicadas y no sacrificadas. Llegan otras vidas tras las nuestras que no saben y a menudo hasta ni entienden el porqué de tanta obstinación en el no querer avanzar y dejar atrás. Y esa herencia tiene que resolverse para que puedan seguir adelante. Y esa no es su tarea, es la nuestra que somos sus protagonistas, los de aquí y los de enfrente, los de arriba y los de abajo, todos sin exclusión. Es nuestra obligación y deber aprender el arte de la reconciliación para dar chances al futuro y en el camino de ese proceso, demostrarnos que somos capaces de hacer bien las cosas, renovar nuestra autoestima y a nuestro paso sembrar esperanzas.

Yo hoy quiero entusiasmaros con todo esto. Emocionaros con el arte de la Reconciliación y con el de pedir perdón, perdonar y ser perdonados. El arte de la Paz .

$!El arte de la paz
Juan Fernando Fonseca

Este artículo se publicó en el aniversario 104 de EL COLOMBIANO, con Fonseca como director invitado.

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