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Aunque David Cadena Marín apenas cumplió 15 años, ya tiene claro su futuro. Quiere ser deportista olímpico o ingeniero aeroespacial. O ambas, pues en su hogar siempre le inculcaron la disciplina y la convicción para afrontar grandes retos.
Para el primer objetivo da pasos de gigante. Según el entrenador Ángel Barrios, su alumno está ubicado en el top-10 de los mejores arqueros del mundo en la categoría cadetes, como lo ratificó el año pasado al darle al país el cupo para los Juegos Olímpicos de la Juventud de Argentina (octubre de 2018).
A la serenidad y dotes innatos que lo caracterizan para el tiro con arco (recurvo), le suma dedicación y esfuerzo. Todos los días, sin falta, David acude a los entrenamientos después de cumplir con sus compromisos en el Colegio San José de la Salle, donde cursa décimo grado. En esa institución le brindan total colaboración porque a pesar de sus constantes viajes para competir, “demuestra excelencia académica”, expresa Luz Elena Marín, su orgullosa y exigente mamá.
Ese amor al estudio le ayuda a cultivar el segundo sueño, impulsado por su hermano mayor (Daniel) quien, a propósito, fue quien lo llevó por primera vez a la pista de tiro al enterarse de que había una convocatoria para practicar “un deporte diferente”. Antes probó en fútbol, natación y taekwondo, en los que se destacó, pero el tiro se quedó con su talento.
Su padre, Guillermo, también se dejó picar por el bicho del arco y ahora representa a Antioquia en senior máster. Casi siempre coinciden en los entrenamientos en la pista de la unidad deportiva de Belén.
Cuando no está disparando flechas o estudiando, el joven David pasa las horas en casa, descansando al son de la música clásica, el jazz o el pop, o ayudando a Daniel con las tareas de Robótica e Ingeniería que le ponen a este en la univesidad.
Dice que el espacio y las aeronaves lo desvelan: “Me gusta saber qué hay más allá”. Y en relación con el tiro, agrega que lo contagia de humildad y de valores que rodean esta actividad. El deporte, asegura, le enseñó a superar escollos, a pensar en grande y a experimentar la felicidad .
Este artículo se publicó en el aniversario 106 de EL COLOMBIANO, con Sara López como director invitado.