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Medellín se viste de camiseta, jean y tenis

  • La ciudad tiene un código que reina en su vestuario. Diferentes herencias culturales han sido adquiridas y reinterpretadas.
    La ciudad tiene un código que reina en su vestuario. Diferentes herencias culturales han sido adquiridas y reinterpretadas.
24 de julio de 2016
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Los factores que han influenciado las formas de vestir de la población en Medellín han sido históricamente diversos. El desarrollo de la industria textil a mediados del siglo XX, las influencias francesas y de Estados Unidos entre 1930 y 1960, y el narcotráfico en los 80, fueron determinantes en el siglo pasado.

Determinar esas influencias por estos días es una tarea titánica según William Cruz Bermeo, docente asociado del programa de diseño de vestuario de la Universidad Pontificia Bolivariana. Para el profesor hay que mencionar la llegada de la televisión por cable, internet y el auge de las tiendas de ropa multinacionales. “Las dos primeras permitieron que los más jóvenes se identificaran con nuevos estilos de vestir, articulados principalmente por la música. Lo segundo acercó a la clase media a la idea de que la moda podía seguirse al ritmo vertiginoso de los centros neurálgicos de ella”.

El clima podría pensarse también como un factor que incide en las maneras de vestir que se adoptan en la ciudad. Aunque, precisa Cruz, no es determinante, sí marca una diferencia en el vestir cotidiano. Eso puede evidenciarse al comparar Medellín con otras urbes en las que el clima es más frío o más caliente. William indica que la diferencia se percibe en qué tanto se expone el cuerpo. En ese sentido, sigue el docente, la ciudad parece ser un punto intermedio.

Las formas de vestir en la ciudad tampoco tienen un aspecto “cosmopolita o acartonado,” lo describe el docente, y si tuviera que definir cómo es la forma de vestir de la población, él diría que “reina la informalidad”.

Esa afirmación la hace consciente del riesgo de generalizar, y cree que para llegar a ella hay que entender que nuestra forma de vestir es “un asunto de contrastes y debe analizarse en el marco de una sociedad clasificada por estratos y con grupos de intereses diversos, esos determinan la apariencia”. También añade que dicha informalidad está conectada con la actitud sociable del medellinense. No obstante, aclara que sí hay una formalidad que no es cotidiana y se ciñe a ocasiones sociales especiales.

Muy unificados

Esa informalidad con la que Cruz define el vestuario en la ciudad es también para María Isabel Baena, diseñadora de modas y docente de la Fundación Universitaria del Área Andina y de la Universidad Nacional, el código que impera en la ciudad.

Baena coincide con él al determinar que esa informalidad ha provocado una uniformidad en la población que está muy marcada por el denim.

A partir de un ejercicio de revisión de fuentes y un trabajo de campo que no ha concluido en el cual ha analizado aquello que nombra como los uniformes urbanos efímeros, María Isabel también ha señalado que Medellín es aún muy tradicional en su vestuario, entendiéndose esto como una población que poco se arriesga en la indumentaria que adopta. “Desde hace algunos años empezamos a ampliar la mirada, pero aún hay timidez en los sujetos para innovar en el vestuario. Básicamente nos vestimos de jeans, camiseta de estampado y tenis. Ese es un look funcional para trabajar, ir a estudiar, salir, en general para múltiples ocasiones, pero nos lleva a una uniformidad”, señala la docente.

Sin embargo, agrega William, ante esa generalización existen divergencias, y menciona a quienes son más afines a la moda, porque suelen variar su imagen, y a los que “buscan diferenciarse de la corriente cultural dominante, que ratifican su identidad con apariencias afines a ideologías o líderes de opinión de sus afectos”, y cree que ahí la música, por ejemplo, es esencial.

María Isabel hace una mención especial a los jóvenes. Según ella, emulan un modelo internacional y lo adaptan a sus grupos sociales. “Copian casi que el mismo vestuario a modo de uniforme y lo resignifican. Se muestran a través de un código por medio del que quieren diferenciarse, pero también se termina en una uniformidad”.

Además menciona la narcoestética que, según ella, no puede desconocerse y es evidente en el exceso, el brillo y el exhibicionismo.

Para la docente, en Medellín la individualidad o la diferenciación de un sujeto a través de su vestuario se percibe poco. “Hay una timidez cuando no se está identificado con un grupo. Y esa identificación también está dada por la manera en la que nos vestimos” .

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