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La génesis del ecoparque Cerro Tusa se remonta al viaje de un abuelo y su nieto en 1984. Pablo Aristizábal, entonces de ocho años, vio por primera vez a la montaña, una chimenea apagada de un volcán que emergió, desde el centro de la Tierra, hace 50 millones de años. Esa visión, recuerda aún, cambió su vida. Sin saberlo, esa pirámide verde, de exuberancia abrumadora, sería la guía y razón de su existencia.
Desde ese remoto encuentro, Pablo, hoy antropólogo, ha andado y desandado por la montaña cónica. Ha escalado su cima, aferrándose a la vegetación; ha tocado una flauta traversa y sus melodías, dulces como los frutos que brinda la vegetación tropical, han sido devueltas mansamente a sus oídos por la Piedra del Eco. Pero algo cambió. Esta semana,...
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