A Estocolmo sugieren conocerla en verano, cuando el sol todavía se puede apreciar a medianoche, en un fenómeno tan singular en estos países nórdicos cercanos al ártico. Yo sin embargo me topé con ella en un melancólico otoño y el inicio de uno de sus peores inviernos.
A esta ciudad levantada en el agua se llega tras un vuelo promedio de 13 horas. Se aterriza de noche, viendo el archipiélago bajo una luz de luna. Solo basta con bajarse del avión para conocer lo que es un frío real, pero también la majestuosidad de sus mujeres que lucen minifalda bajo el inclemente viento.
Estocolmo es una capital cosmopolita, moderna y a la vez antigua y romántica. Pocas ciudades pueden presumir de parecerse a París, Venecia, Londres y Amsterdam, y al mismo tiempo no tener nada que envidiarles. Tiene de todas ellas un poco, aunque está forjada bajo su propio carácter.
La capital sueca lo tiene todo. Arte, diversión, fiesta, gastronomía de vanguardia y una arquitectura que se funde entre lo antiguo y lo moderno, nadando en un archipiélago urbano lleno de magia y vida.
La luz del amanecer y atardecer golpea la ciudad que se ve reflejada en el agua. Cuando la marea está quieta es como si se desdoblara ante los ojos, en un espejismo ideal para dejarse llevar.
Con menos turistas que todas las capitales del ocio, esta joya rodeada de canales se puede recorrer caminando, en bicicleta o en bote. Una tarjeta por una semana y puedes moverte en metro, bus, tranvía, trenes de cercanías y barcos que comunican las 14 islas que se conectan por 57 muelles.
Gamla Stan, la ciudad vieja
Asomarse a su isla Gamla Stan es una de las citas imperdibles. Por su historia, sus edificaciones de colores pastel y sus callecitas en adoquín, la ciudad vieja tiene su propia vida con espectáculos callejeros y restaurantes temáticos. El museo del Nobel se encuentra entre sus calles angostas como Marten Trotzigs Grand que mide solo 90 centímetros.
Los bares vikingos como Aifur Krog, también son una de las atracciones de la isla. Allí podrías quedar ebrio probando el Meads o vino de miel, escuchando música medieval escandinava y pegándole a las mesas cada vez que entra un nuevo comensal.
El Palacio Real y el muelle de Evert Taube son lugares interesantes. En el primero se puede ver al mediodía el cambio de guardia y en el segundo ver caer el sol en esta ciudad de atardeceres. Para ver a Estocolmo en todo su esplendor y tomar una copa de vino hay un lugar recomendado: la torre Kaknas, en Gardet, una edificación de más de 150 metros con bar y restaurante en su último piso.
Una isla de diversiones
De ahí se puede pasar a Djurgarden, una isla que es todo un parque de diversiones para niños y adultos. En ella está ubicado el Grona Lund, el museo al aire libre de Skansen –donde se puede caminar a través de cinco siglos de historia sueca–, el museo de la reconocida banda de pop ABBA y el museo del barco Vasa, un navío de la flota real que naufragó hace más de 300 años por sobrepeso y que está expuesto en el lugar.
Si le gusta más el arte contemporáneo tiene que visitar el Moderna Museet, situado en la isla de Skeppsholmen, donde encontrará obras de Dalí, Matisse o Picasso o exposiciones temporales de artistas de vanguardia.
Otra cita obligatoria es ver un partido de hockey en el Ericsson Globe. Allí juega el equipo local Djurgarden que está en la primera división. Aunque no es uno de los grandes equipos de Suecia, es divertido el ambiente, la música y la salida de las escuadras en medio del fuego.
La calle de la reina
Para las compras está Drottninggatan, la calle de la moda o la calle de La Reina. Una peatonal ocupada por numerosas tiendas y centros comerciales, siendo Ahléns City una de sus mayores atracciones pues es una de las tiendas por departamentos más grandes de Europa.
Si tiene tiempo y unas cuantas coronas pásese por el Palacio de Drottningholm, conocido como el Versalles de Suecia. La residencia de la familia real ubicada en la isla de Lovon. O si es un amante de la historia vaya a Birka, la ciudad vikinga. Para estos dos lugares tiene que ir en barco a través de los canales y parte del archipiélago.
La ciudad de los Nobel
Además del museo situado en Gamla Stan, donde hay objetos personales de los premiados como las cartas de Albert Einstein, el pisapapeles en forma de hipopótamo de Mario Vargas Llosa, el frasco del nobel de medicina Barry Marshall, con el que bebió la bacteria helicobacter pylori, también está el Ayuntamiento de Estocolmo. Situado sobre la isla Kungsholmen, este recinto se engalana cada 10 de diciembre para recibir a los personajes más importantes de la historia. En esa construcción de principios del siglo XX, el rey Carlos Gustavo entrega los máximos galardones.
Las dos semanas que estuve en esta increíble ciudad no fueron suficientes para conocerla del todo, pero dentro de mí quedó esa llama que dejan los lugares inolvidables a los que siempre se quiere volver.
La noche antes de mi regreso comenzó a nevar. Los suecos decían que era una nevada histórica. Días después el Instituto Meteorológico Sueco confirmó que desde 1905 no caía tanta nieve. Para mí fue una noche inolvidable. Salí, caminé por sus calles viendo las huellas que dejaba al pasar. Ya no eran las hojas amarillas que caían de los árboles, sino esos pequeños cristales de hielo. De esa manera me despidió Estocolmo, un adiós frío que me envolvió.
7°C
Es la temperatura media anual. En invierno es de -3 °C y en verano +17 °C.