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A Bashevis Singer

05 de junio de 2009
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Querido y releído Isaac, cada vez usted me asombra más. Claro que la tarea de un buen escritor es asombrar y, como dice Rorty (el filósofo norteamericano), las raíces de la filosofía y la psicología, la teología y la historia privada, están en la gran literatura. Y la suya, Isaac, no solo es grande sino siempre novedosa. Usted, experto en Baruj Spinoza, en los recovecos de la kabaláh, en la Torá y el Talmud, encontró siempre temas para hacer sacudir al lector. Y uno de esos temas (que tocan con lo que hoy pasa) es un pequeño libro titulado La destrucción de Kreshev, que si bien es una historia del siglo XVII en Polonia, tiene tanta actualidad como la devaluación del dólar. El asunto es simple: el diablo escribe un texto sobre lo que pasa en este mundo y la premisa de la que parte es: "si esta generación no puede ser toda ella virtud, que sea toda ella pecado". Cosa de opuestos.

En estos tiempos de manuales de ateísmo (textos bastante cándidos porque no son escritos por ateos sino por ignorantes del mundo religioso), el diablo cumple con la tarea de hacerse el que no existe (como decía Charles Baudelaire) y su simiente se siembra por todas partes. Y si bien no sé si el diablo y su cohorte sean una invención de la cultura o una fuerza que crece alimentándose de ignorancia y prepotencia (la manifestación más ridícula de quien cree saber sin saber nada), lo cierto es que habitamos en una especie de pandemónium (aquella ciudad de diablos de la que habla John Milton).

Y en este caos de credulidad y carencia de fundamentos, el diablo (Satanás o lo que sea), hace de las suyas cambiando conceptos, determinando pasiones como virtudes y dando por cierta la incertidumbre. ¡Uf!

Por esto su libro, querido Isaac Bashevis Singer, me ha gustado tanto. Porque ahí el diablo nace de las perversiones que somos capaces de crear, del delirio de definir lo que no es definible y de los deseos insatisfechos. En términos de Jacques Lacan, el sujeto seccionado (siempre insatisfecho), sería quien cría los diablos. Y claro, como de la calidad del caldo de cultivo es que logramos la robustez o debilidad de la cría, los enormes caldos de ignorancia (nacidos de la proliferación de competencias y carencia de humanismo) propician diablos gordos, de cuernos patentados y colas informáticas, con raras bases de datos y prepotencias crecientes a medida que crece la audiencia servil. Total, basta pensar el infierno para que este exista, como decía John Stuart Mill. Claro que se piensa como cielo, fatal.

Isaac Bashevis Singer (Polonia 1905, Florida 1991). Premio Nobel de Literatura en 1978. Escribió en yidisch (la lengua de los judíos de Europa oriental) y desde su primera obra, Satán en Goray, comenzó a indagar sobre diablos, dibucks, falsos mesías y situaciones extraordinarias. No fue muy querido.

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