Querido y admirado Thomas, usted es uno de esos personajes de admirar, no sólo por sus actitudes políticas sino por su carácter, propio de un hombre independiente, es decir, de alguien que sabe quién es y de qué lugar proviene. Frente a sus actitudes, dice Paul Johnson, el historiador inglés, que los reyes europeos, a su lado, parecían servidores suyos, Thomas, dada su elegancia (la etiqueta ha sido un arma del poder), las maneras de actuar al tomar las decisiones (sereno y seguro) y su forma clara de hablar, siguiendo aquello de primero oigo, después pienso y al final respondo, teniendo muy en cuenta la posibilidad de que el interlocutor tuviera la razón (lo que implica aprender del otro). Pero, nada de esto fue gratuito: su amistad con Benjamín Franklin (de quien aprendió el pensamiento ilustrado), el reconocimiento del otro, como en el caso de Benjamín Banneker (hombre negro al que se le debe el diseño de la ciudad de Washington) etc., lo hicieron muy humano y entendido.
Usted, que fue el autor (principal) de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y fundador de la Universidad de Virginia, entendió bien lo que significa ser un hombre nuevo (independiente y no dependiente de errores acumulados), dispuesto a quebrar los paradigmas que generan dolor (corregir el error es un acto de independencia) y a mejorar aquellos que desarrollan la condición humana, que son los que hacen de nosotros seres libres. Porque la libertad no es acto de libertinaje (creer que el mundo es a través de deseos viscerales) sino un acto de construcción comunitaria a través del cual se pierde miedo y se gana confianza en la vida, entendida ésta como esa relación con la otredad (el otro, lo otro) que hace posible que estar vivo sea bueno. La esencia vital.
Por estos días en que se habla de independencias y celebraciones, querido Thomas Jefferson, la pregunta es simple: ¿qué implica ser independiente? Porque la independencia es un acto de libertad (de liberación de algún asunto que persiste en el error) y en esa libertad el mundo (o al menos el territorio y el hombre que lo habita) demuestra que puede ser otro más humano, más inteligente, más creativo y, como consecuencia, un referente a algo que antes no existía. En el caso de los Estados Unidos, gústenos o no, el asunto es claro: producen una cultura distinta a las conocidas, que aplica la ciencia y el pensamiento de manera más práctica, que se muestra como usted, querido amigo, como algo nuevo, más seguro y con mejores maneras, como bien lo entendieron esas cortes que usted visitó.
Thomas Jefferson (1743-1826), político virginiano, educado en la ilustración y el humanismo. Burgués de buenas maneras y predisposición a ver en el otro una posibilidad de desarrollo entre dos. Y como curiosidad, a Jefferson lo tuvieron como referente hasta los comunistas más recalcitrantes. Es que lo que es, es.
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