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A la hora de hablar con el Eln

Esa guerrilla precisó los asuntos en los que diverge del Gobierno en el preámbulo del diálogo. La sociedad colombiana también tiene pedidos urgentes: no más secuestro ni terrorismo ni narcotráfico.

01 de octubre de 2013
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El Eln precisó los cinco puntos centrales de sus diferencias con el gobierno de Juan Manuel Santos, ahora que se habla de la inminente apertura de una mesa de diálogo entre las partes. Está bien que esa guerrilla comience a expresar su lectura de la realidad colombiana. Pero sería bueno que también ejerza una autocrítica que le permita ver los enormes daños que le produce al país.

A la orden del día está una de sus prácticas más recurridas para llamar la atención de la opinión pública nacional e internacional: el secuestro. Verbigracia: hace más de un año tiene en su poder al ingeniero León Andrés Montes Ceballos, de quien no da noticia alguna. Y acaba de liberar a un ejecutivo de una minera canadiense a la que presionó para que se retirara del país.

Por eso retomamos la reflexión inicial: el Eln se muestra dispuesto a conversar, advierte los que cree vacíos iniciales del proceso, pero no se gasta una línea de su comunicado en empezar a enviar señales a la sociedad colombiana de que está interesado también en corregir esa larga trayectoria de atrocidades cometidas desde su conformación, en 1964.

A esta guerrilla de corte guevarista, "inspirada" en la revolución cubana, el país le debe episodios ciertamente aterradores: las voladuras de oleoductos y sus costos ambientales incalculables, la tragedia de Machuca, los secuestros masivos de la Iglesia La María (en Cali) y del avión fokker (en Bucaramanga) y la extorsión a decenas de comerciantes y empresas nacionales y extranjeras, especialmente de los sectores de la minería y los hidrocarburos.

No nos oponemos al inicio del proceso. Creemos que aporta a la solución integral de la violencia guerrillera. Pero sí dejamos constancia de la necesidad de que el Eln no empiece desde ya a trabarse en retahílas y ensayos unánimes sobre la realidad nacional, sin que siquiera se haya abierto el escenario formal de conversaciones.

Dice el Eln que no es causa del conflicto, que es su consecuencia. Aferrado a su modelo de Convención Nacional, insiste en la participación ciudadana en el proceso. Cuestiona que el Gobierno tenga como meta la desmovilización de la guerrilla y no la solución de los problemas del país. Señala que el desarme debe ser el resultado de las reformas y los cambios. Y que no debe haber tiempos predeterminados para negociar.

Hay que dejar esos catálogos de reclamos para lo que logren las partes mismas en la dinámica futura del diálogo.

Igual porque nos asaltan numerosas preguntas sobre la integración de esa mesa con la de las Farc, en La Habana, en especial en cuanto a lo que se negocie y al mecanismo de refrendación popular. Es decir, ¿esos procesos confluirán en un acuerdo único, con sus concesiones y reformas, y en una sola consulta popular, o tendremos dos procesos absolutamente separados, lo cual significará negociar dos veces?

Del lado del Gobierno sería prudente que no se desatienda esta iniciativa de negociar del Eln, para no repetir los intentos frustrados de las administraciones de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe. Esta guerrilla se ha ganado a pulso su fama de cambiante y son bien sabidas las divisiones internas en su comando central y sus frentes.

Uruguay, Brasil y Bolivia, a su manera, le han hecho saber al Gobierno que están prestos a servir de escenario para los contactos y el diálogo con el Eln. En el pasado España y Alemania abrieron sus puertas en Viana y Maguncia.

En Colombia la generalidad de los sectores sociales, políticos y empresariales son receptivos a la apertura de una mesa de diálogo con los "elenos". Sobre todo por la oportunidad que significa para redondear los esfuerzos de paz. Ya va siendo hora, entonces, de que el presidente Juan Manuel Santos, antes de que se enrarezca más el ambiente preelectoral, confirme o desmienta este proceso.

Por lo pronto, deseamos que el Eln produzca comunicados en los que dé muestras de su ánimo de dialogar con sensatez. Y que se ahorre los decálogos doctrinarios del comunismo utópico que ellos y las Farc le quisieron imponer al país.

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