La repentina presencia de un murciélago en la habitación pone a delirar a cualquiera, el espanto es mayor si se le asocia con el mítico Drácula y su fascinación por la sangre humana.
Pero en Antioquia hay poco de qué preocuparse porque sus habitantes tienen en el bombero jubilado de Medellín, Gardiezquier de Jesús Palacio, a su ángel protector.
Gardiezquier después de salir de la entidad de socorro no quiso dejar el espíritu de colaboración a los demás que le inculcó su oficio y decidió poner al servicio de la ciudadanía sus conocimientos sobre abejas y murciélagos.
En su casa del barrio Calatrava, Itagüí, espera la llamada de sus posibles clientes en busca de orientación.
Uno de esos telefonazos lo hace un hombre desde el municipio de Copacabana.
"En la finca tenemos un kiosco plagado de murciélagos, por eso estoy llamando porque estos animalitos nos tienen locos con el estiércol y su orín mal oliente", dice.
Ante la llamada, Gardiezquier, de contextura delgada y estatura mediana y cara de buena gente, empieza a empacar en un bolso sus armas inofensivas, para combatir a los "despreciados" mamíferos voladores. Toma varios imanes en forma de esferas, un galón de amoníaco, azufre, guantes de cuero y un overol blanco de caperuza. "Me quedaron de recoger mañana para visitar la finca y ayudarles retirando estos animalitos", indicó y deja en un sitio visible el bolso.
Gardiezquier confesó que cuando en 1991 salió jubilado le dio temor quedarse inactivo y por eso compró un revólver para ser celador, pero eso no le funcionó. Entonces, retomó su actividad como bombero donde era reconocido por su conocimiento sobre casos de abejas, avispas, abejorros y murciélagos.
Recordó que todo comenzó en 1985 con la entrada de abejas africanizadas a Colombia, provenientes de Brasil. Estos insectos empezaron a sembrar terror, sobre todo en la Costa, con ataques a las personas y el ganado.
Entonces, el Banco de la República se interesó por el tema y contrató expertos de Estados Unidos y otros países para capacitar a bomberos, Defensa Civil, Policía y Ejército.
Gardiezquier, con otras 112 personas, inició el curso en Medellín, que sólo terminaron 25. Los insectos fueron invadiendo el país y la capital antioqueña no fue la excepción y las llamadas pidiendo ayuda a los bomberos eran constantes.
Este trajín con las abejas le enseñó que donde detectaba las colmenas había murciélagos, porque hay especies que les gusta chuparse la miel y comerse las larvas.
Al principio utilizaba químicos para envenenarlos, pero, por tratarse de seres inofensivos y útiles para la naturaleza, reorientó su trabajo.
Un día, lo llamaron de una finca de Ciudad Bolívar, para que les ayudara a erradicar los vampiros que estaban atacando los caballos, gallinas y conejos. "Maté más de 200, sólo sobrevivió uno", recordó.
"En una mochila llevaba unos imanes y me llamó la atención el comportamiento del animal que quedó vivo, que cuando pasaba cerca del campo magnético, perdía el control y no volaba bien. Así entendí que los sonidos que emiten para orientarse como si fuera un radar eran interferidos por el magnetismo", relató.
Desde ese momento utiliza los imanes, amoníaco y azufre que espantan a los murciélagos, pero no los matan.
Gardiezquier ha observado en Medellín unas ocho variedades de murciélagos que se alimentan de frutas y de insectos y todos son inofensivos, pero advierte que ha notado que con los bebés hay que tener cuidado.
"De San Javier me llamaron un día porque un murciélago no quería salirse de la alcoba de un recién nacido. Al niño le estaban dando unos paños que los médicos no comprendían de dónde provenían. Luego, nos dimos cuenta que hay algunos animales de éstos que les gusta lamer las cremas antipañalitis que les echan a los bebés y ello les puede producir hongos", dijo.
Los murciélagos les causan terror a muchas personas, pero Gardiezquier se especializó en espantarlos.
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