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A Odeilda le sobró amor con Luis

ESTE MINERO DE 53 años que falleció en la explosión del socavón San Joaquín fue un padre adoptivo ejemplar y un esposo consagrado. Su familia llora inconsolable.

  • A Odeilda le sobró amor con Luis | Esteban Vanegas | Aquejada de epilepsia, doña Odeilda no soportó la cantidad de emociones acumuladas y en los momentos del sepelio se desmayó. Los socorristas acudieron a tiempo para asistirla. Su corazón está roto.
    A Odeilda le sobró amor con Luis | Esteban Vanegas | Aquejada de epilepsia, doña Odeilda no soportó la cantidad de emociones acumuladas y en los momentos del sepelio se desmayó. Los socorristas acudieron a tiempo para asistirla. Su corazón está roto.
18 de junio de 2010
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En treinta años de matrimonio, Luis Carlos Zapata Rendón nunca pudo darle a su esposa Odeilda Vasco la dicha de ser madre. A cambio la hizo feliz y le inundó su casa, en Amagá, con tres hijos de crianza, a los que amó como si fueran suyos.

Si no hubiera muerto en la explosión de la mina San Fernando, seguramente hoy ella y los tres hijos estarían recibiendo sus abrazos, sus besos y sintiendo su alegría en todos los rincones de la casa, a la entrada del pueblo.

"Era un gran padre, así lo vi siempre", expresó sumida en llanto Paula González, a la que acogió desde niña y quien hoy, a sus 30 años de edad, le agradece todo.

Su tristeza contagia. Es un dolor del alma por ese luchador que se hundió durante 23 años en los túneles de Amagá a escarbar carbón para conquistar la subsistencia: ese mercado esquivo cuando no se tiene empleo, esa casa propia que no hace ricos a los pobres aunque la tengan, pero sí los hace sentir en la miseria cuando no han podido amasar "fortuna" para conseguirla, o esa salidita los fines de semana con Odeilda y sus hijos a un parque, un charco o una piscina.

"Yo lo conocí acá en Amagá, él iba a un barcito que tenía mi mamá, lo vi y me gustó harto, yo a él también", cuenta Odeilda, quien para evocarlo hace un alto en el llanto y deja que una sonrisa leve se asome en su rostro, que emana ternura, dulzura.

Dice que lo amará siempre. Que nunca le gustó que trabajara en minas y que extrañará su compañía, "porque todo el tiempo la pasaba conmigo".

A Gilberto y Deison Arley, esos otros hijos a los que les dio acogida, les queda el encargo de crecer y cuidarla. Y lo harán, sin duda. Luis Carlos les dio el mejor ejemplo.

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