Releído y querido Lev (o León), he vuelto a leer sus cuentos para niños, esos textos maravillosos que eran una propuesta para educar haciendo uso de la magia que produce la imaginación infantil cuando escucha un relato. Porque los niños no son tontos y antes de situarse en la razón (que de hecho ya es un fracaso) quieren saber de animales y de plantas, del aire y el agua, de los seres invisibles y del significado del otro en situación de aventura o de reposo. Los niños, que construyen en su mente lo que serán de mayores en tanto que son testigos de valores, principios y costumbres, buscan cerrar los ojos y ver, entender por la enseñanza (moraleja) y saber de su capacidad de representar lo aprendido. Usted lo tenía muy claro y por eso se dio a la tarea de escribir cuentos (fábulas, relatos) rusos para los niños de Rusia, que antes que hacer tareas querían imaginar. Y en la imaginación, ser en relación con las cosas del cielo y de la tierra.
Muchos teóricos de la educación defienden los postulados del pensamiento abstracto y del raciocinio inmediato sobre el hecho que se estudia, lo que llevaría a entender la razón del mundo y no lo maravilloso que hace posible eso que se analiza que, sea cierto o no, es lo que hace valorar el objeto de estudio. Supongamos que la luna es un satélite de la tierra que cumple con una órbita X y una elipse con medidas A-B, que la alejan o acercan a nuestro planeta. Esto es cierto, pero carece de magia. A los niños (que van desde los tres años a los 14, edad en que se vuelven adolescentes y sufren un complicado proceso hormonal) lo racional los limita y, en cambio, lo maravilloso o asombroso los estimula. Esta fue su defensa, querido Lev: libertad antes que anclaje.
Uno de los problemas en la educación actual es la imposibilidad de soñar con la que llegan los muchachos a los planteamientos de razón. La razón (y este es el problema) está llena de limitaciones y, como consecuencia, de encierros y señales de prohibido seguir adelante. Y si bien se quiere que los jóvenes sean productivos, hábiles y competentes, nadie llega a ser hábil, competente y productivo si antes no ha desarrollado la imaginación, que es la que lleva a ver varias soluciones a un problema y a convertir el problema en una aventura que debe tener un final feliz. Pero, querido Lev Tolstoi, decir esto en el momento en que la racionalidad es un fracaso y en lugar de humanos produce máquinas, es hereje. Y a los herejes los sacan de las bases de datos.
Lev Tolstoi, escritor ruso (1828-1910), planteó en sus últimos años la necesidad de hacer soñar antes de enseñar a ver evidencias, que son las que destruyen el sueño. Y se preocupó porque los niños antes de que aprendieran de la tierra y sus compuestos, amaran la tierra y vieran en ella posibilidades bellas en lugar de datos.
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