Sobre la finca La Cardona, en la vereda El Chorrón, llueven granadillas, exquisitas frutas que con el cielo azul de fondo, parecen bolas de Navidad.
Y al dueño del predio, Hugo de Jesús Hidalgo, le brillan los ojos cuando observa el extenso cultivo, que luego de ocho meses ha dado excelentes frutas: ahí las ve colgando de las ramas: amarillas, pecositas, finas, listas para abrirse y llegar al paladar de muchos que la consideran la mejor de las frutas.
Campesino de toda la vida, Hugo ha ensayado con muchos productos, como les toca a los labriegos para subsistir, y no todos han sido exitosos. Incluso, con la misma granadilla experimentó unos años atrás en un proyecto que al final fracasó.
Pensó, con mentalidad de paisa, que no valía la pena gastar pólvora en gallinazos, y lo que hizo fue tumbar las plantas y sembrar otra cosa.
-Pero ahora sí estoy contento, este proyecto va bien y tenemos buen apoyo-, repite Hugo, que tiene sembrada 99 matas y espera aumentar la cantidad porque el producto está creciendo, en sus palabras, "bonito" y de excelente calidad.
Es granadilla dulce, exquisita y duradera. A su predio han ido comerciantes de la Plaza Minorista, de Medellín, que han quedado sorprendidos con la calidad y el sabor. Hugo dice que ellos quedaron de volver, de pronto a comprarle, lo que sería un gran incentivo para él.
-La granadilla lleva mucho trabajo, hay que saber montar las matas a los entables para que después no se vayan a colgar y de pronto el cultivo se pierda-, explica.
Y como ya le cogió el tiro al asunto, en sólo cuatro meses logró cosecha. Hoy, la producción está en su cumbre y de las matas de su finca cuelgan miles de granadillas de colores vistosos.
La más feliz parece ser su esposa, Yolanda Aguirre, que también conoce bastante del tema y no sólo es su compañera de hogar sino quien lo asiste, le ayuda y hasta lo asesora para cultivarla.
-Las granadillas son frutas duraderas, que maduras en la mata pueden durar hasta 15 días y después de arrancadas también duran mucho y no se dañan-, comenta la mujer mientras sonríe cargando a sus dos hijos más pequeños, Karen, de 4 años, y Sebastián, de uno.
Fiebre de frutas
La fiebre de granadillas empezó en Abriaquí hace unos nueve meses, cuando la Gobernación puso 20 millones de pesos y el Municipio 13 millones y se decidió volver a introducir la fruta en la localidad.
El dinero se pensó que rendiría para cultivar algo más de 4 hectáreas, pero al final alcanzó para inundar 12 hectáreas con matas, cuenta el alcalde, Édgar Gómez Bedoya, que en su Plan de Desarrollo le dio prioridad al campo como eje de la economía local, pues es un pueblo rural y sin ninguna industria.
Afirma que las beneficiadas son veinte familias de las veredas Corcovado, San Ruperto, Monos y Piedras, unidas en la Asociación de Productores Agropecuarios.
-En el momento estamos sacando 5 toneladas hacia Medellín cada 15 días, si el campesino pone de su parte, mejora la técnica y la dedicación, en poco tiempo estaremos sacando esa cantidad, pero cada ocho días-, sostiene el mandatario.
Es el fruto de un trabajo que incluyó llevar los campesinos a Aranzazu (Caldas), donde se tiene mucha experiencia en el cultivo, para que se animaran.
Si la cosa sigue como va, en los siguientes seis meses o un año, de Abriaquí, pueblito escondido en las montañas del Occidente antioqueño, seguirán saliendo camiones cargados con granadilla, con abundante "fruta celestial" -como la llama Hugo- para saborear en los hogares del Valle de Aburrá y el resto de Colombia, ¿por qué no?
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