Después de mirar varios lotes en el municipio de Bello, Jorge Hernández Restrepo sabe que el norte de El Colombiano está en el sur. Le dice a su amigo y socio Juan Gómez Martínez: “vamos a mirar unos predios por Envigado”.
Semanas después están sentados en la oficina de Juan en la sede del periódico, en el centro de Medellín. Del otro lado de la mesa están los representantes de Coca Cola, propietaria del pedazo de tierra que más les gustó, contigua a un lote del Éxito y a otro donde se avistan unas instalaciones de Croydon.
-Ahhh, Juan, qué verraquera. Mirá, planito. Y allá atrás la línea del Ferrocarril, como lo buscábamos...
-Si, Jorge, tiene salidas por todos lados. Para donde uno agarre hay comunicación.
Los dos saben que deben construir un pedazo de calzada por cuenta del periódico, pero Jorge dice “eso se hace”.
A punto de cerrar el negocio, los emisarios de Coca Cola advierten que por ser una multinacional tan reconocida se debe declarar plenamente el valor de compra-venta. La respuesta de Jorge, el gerente, y de Juan, el director, es sencilla: “Y nosotros somos una empresa periodística y no le podemos mentir a la comunidad”. Está hecho.
Aquella etapa visionaria de la trayectoria de Jorge Hernández Restrepo, quien ayer falleció en Medellín a sus 74 años, la ilustra una foto que reposa en los archivos de este diario: él mira al frente y señala en un papelógrafo: “Hoy: Juanambú, desde 1965”. “Futuro: Avenida Las Vegas. Envigado-28 de noviembre/80. 17.500 mts2”.
Así lo recuerdan sus amigos: siempre adelante, empeñado en alcanzar lo mejor.
Como caballista, dueño de campeones. Como líder, disciplinado y recursivo. Como filántropo, callado (“Que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda”). Como patrón, justo. Como Contertulio (así se llamaba su columna en este diario), un paisa franco y sin rodeos.
Como empresario, pionero y arriesgado: “muchachos, ese nuevo periódico no me gusta (en diálogo con los editores Fernando Quijano y Martha Ortiz y su hijo y gerente, Juan Carlos, tras el rediseño del diario económico La República), pero adelante, el futuro es de los jóvenes”.
Obras de su estatura
2010. Ahora Jorge Hernández, un poco encorvado después de cargar 70 años sus 1.85 metros y su humanidad de nadador de alta competencia (le decían la Carpa), está parado en otro lote. Lo rodean el calor de La Pintada, en el Suroccidente de Antioquia, y los futuros maestros y alumnos del tecnológico que construye en memoria de su tío Julio C. Hernández, maestro y antecesor en la Gerencia de El Colombiano.
Son las 11 de la mañana. Lo acompañan a ver materializar este sueño sus amigos entrañables Carlos Villa Navarro, Luis Ignacio Múnera Cambas, Alberto Figueroa Jaramillo, Sergio Martínez Arango, Alberto Velásquez Martínez, Luis Miguel Toro Isaza, Luis Enrique Uribe Wills y Jaime Calle Garcés.
En el rostro de Jorge Hernández se reflejan la bondad, la felicidad y la entrega que le han traído tantos años de contacto con la gente del campo. Es la concreción de sus anhelos por enaltecer el nombre de su tío y de su familia, a través de una Fundación que ejecuta obras en Córdoba, Sucre y por supuesto en Antioquia y Medellín.
La construcción está apenas empezando: están las bases, los cimientos, algunas paredes. Es fabuloso -piensan sus amigos Alberto Figueroa y Alberto Velásquez- ver esa explosión de sentimientos en un ser humano que goza compartiendo parte de lo que tiene, convencido de aquella doctrina social tan católica que le enseñó su tío décadas atrás y que ahora en estos tiempos modernos retoma en parte la llamada “responsabilidad social empresarial”.
Ambos advierten en Hernández Restrepo a un dirigente emblemático de la Antioquia de los últimos 50 años. El exgerente de El Colombiano cree que allí se educarán cientos de muchachos de la región que aportarán ideas y avances al turismo y la ganadería. Nada se le escapa. Les explica a sus amigos cómo serán las puertas, los salones, la dotación y la financiación futura de este gran centro tecnológico y de oficios.
Una lista de ejecutorias
Así era Jorge Hernández Restrepo, exgerente de El Colombiano y presidente del diario económico, empresarial y financiero La República. Un visionario que siempre tuvo presente el futuro en los distintos campos en los que se desempeñó.
Como ingeniero civil, participó en la construcción de la represa de La Fe, en El Retiro. Como empresario lideró la creación de Colprensa, la primera agencia nacional de noticias y de Periódicos Asociados, para aunar el periodismo regional del país. Y como periodista durante 48 años -siempre lo fue de corazón y en la práctica-, junto a su compañero y socio Juan Gómez Martínez, hizo germinar El Colombiano hasta convertirlo hoy en el grupo multimedial al que se suma el diario La República. Aquí cristalizó su sueño periodístico, empresarial y económico, lleno de virtudes en su larga vida profesional.
Egresado de la antigua Escuela de Minas de la Universidad Nacional de Medellín, Jorge Hernández estudió también Alta Gerencia en Incae Harvard, Administración de Periódicos en la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), de la cual fue miembro e impulsor entusiasta, además de programas de Cooperativismo en Tel Aviv, Israel.
En tres décadas en El Colombiano, se desempeñó como subgerente, gerente y editor gerente. Luego fue presidente del consejo directivo y accionista del diario económico La República. También, embajador Extraordinario y Plenipotenciario ante la Asamblea de la ONU. Integró las juntas directivas de Empresas Públicas de Medellín, Fábrica de Licores de Antioquia, Colprensa, Andiarios y la Comisión Nacional de Televisión.
Por sus venas corrió tinta de rotativa, pero también llevaba los genes de la política: de su mamá, Rosita Restrepo de Hernández, y sus tíos Bertha Hernández de Ospina Pérez y Mariano Ospina Pérez. Se dejó tentar. Por elección popular fue concejal de Medellín y senador. Su estrecha amistad con Andrés Pastrana Arango lo llevó al segundo renglón de su lista al Senado en la primera elección, luego de la Constituyente de 1991.
En la sede de Asdesilla, en fincas y cabalgatas, los corceles fueron el pretexto para compartir con muchos de sus amigos. En entrevista a la revista Semana, recordó especialmente a don Alberto Uribe, el papá del expresidente Álvaro Uribe Vélez, “con quien compartió atardeceres magníficos en los tiempos de la Asociación de Criaderos de Caballos de Silla (Asdesilla), cuando en el país se podía pescar de noche. Don Alberto le enseñó que el trabajo duro debe ser el propósito básico de cualquier persona al despertarse por las mañanas”. Y eso fue lo que hizo, trabajar.
Jorge Hernández Restrepo se gozó la vida en compañía de su esposa Lía de la Cuesta de Hernández, de sus hijos Juan Carlos, Jorge Andrés y Ricardo y sus nietas Manuela, María Antonia, Juliana y Laura; de su madre Rosa Restrepo; de sus hermanos Mercedes, Raúl, Cecilia, Rosita y Juan, al igual que de sus amigos del alma con quienes se reunía mensualmente en animadas tertulias para “cometer poemas” y hablar de política y agro.
Su grandeza y generosidad, así como sus enseñanzas, trazaron un sendero de honestidad, ejemplo para las futuras generaciones. Sendero que hace 22 años retomó su sobrino Luis Miguel de Bedout Hernández, primero como gerente y ahora presidente del grupo editorial El Colombiano, quien igual que él se ha preocupado por vivir a la vanguardia.
Días premonitorios
Es 16 de julio de 2013. En el auditorio de El Colombiano se presenta el Libro Antioquia Vibra. Otra obsesión de Jorge Hernández: su departamento, sus municipios, su gente.
Tres de los alumnos de aquel tecnológico de La Pintada pasan al frente: “Gracias a la Fundación y a Usted, Doctor Hernández, de nosotros, jóvenes del campo y los municipios, por permitir educarnos. Nos cambiaron la vida”.
Solo cinco semanas después, tras fallecer el 21 de agosto la prima de su esposa y líder antioqueña Lucía de La Cuesta de Londoño, Juan Gómez entra a la oficina de Jorge Hernández. Ambos, tras sus vidas intensas como empresarios y líderes políticos, con altibajos y tensiones normales, disfrutan de una armonía sincera, capaz de enfrentar cualquier nueva dificultad.
-¿Jorge, qué pasa frente a este tema?- le pregunta Juan respecto de diferencias de opiniones, como otras que nunca les impidieron saludarse y mantener su respeto y amistad.
-Ve, Juan, hace 15 días estuvo Lucía De La Cuesta en la finca, alegre. Y ya no está. Veo que uno en cualquier momento se muere. Y quiero lo mejor en todo-. Eso fue duro y ahora muy grande, como era Jorge Hernández.