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Agua pura, un goce para Quibdó

EN 2015 EL acueducto de Quibdó tendrá una cobertura del 70%. EPM llegó en 2008 para expander las redes y encontró mucho por hacer.

  • Agua pura, un goce para Quibdó | Hernán Vanegas, Enviado Especial, Quibdó | En Quibdó no hay una cultura del uso racional del agua. EPM tiene campañas educativas con la comunidad pero sabe que los niños serán quienes a futuro se beneficiarán del servicio de acueducto.
    Agua pura, un goce para Quibdó | Hernán Vanegas, Enviado Especial, Quibdó | En Quibdó no hay una cultura del uso racional del agua. EPM tiene campañas educativas con la comunidad pero sabe que los niños serán quienes a futuro se beneficiarán del servicio de acueducto.
09 de octubre de 2010
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Un dolor de espalda que todavía la "muele" y un escalofrío de fiebre, es lo que recuerda Damaris Mosquera de su última ida a lavar ropa al río Atrato, el domingo pasado.

Como si fuera poco con tener que ganarse la vida trabajando como empleada doméstica en Quibdó, cada fin de semana tiene que desplazarse a lavar la ropa de sus tres hijos y llevar cuanta caneca y tarro plástico tiene en la casa para recoger agua.

Es un ritual de dos horas para meterse en el río, sacar el agua, ponerla en la orilla y empezar a cargarla hasta su casa del barrio Kennedy, donde tiene una "tina" (tanque plástico de 1.000 litros) donde almacena el agua lluvia como si fuera un tesoro.

En la casa en la que trabaja, en el Divino Niño, tienen agua casi todo el día (unas 18 horas). Y es que ese barrio es lo que podría considerarse el proyecto piloto de Aguas del Atrato, una filial de Empresas Públicas de Medellín (EPM) que asumió en 2008 el reto de suministrar agua potable al 70 por ciento de la población de Quibdó. Un plazo que se cumple en 2015.

El tubo llegó hasta la esquina
La vivienda en la que trabaja Damaris tiene luz, pisos de cerámica, sanitario, ducha y lavaplatos. También hay varias "tinas" en las que se recoge el agua lluvia para trapear y para los sanitarios.

En su hogar, el piso es de tierra y ni hablar de servicios sanitarios. También tiene una "tina" que no alcanza para las necesidades de su familia pero espera que el otro año la ampliación de la red del acueducto permita que la tubería llegue hasta la puerta de su casa.

"Los tubos llegaron hasta dos cuadras más abajo", dice con desconsuelo, pero espera que el otro año pueda tener unas horas al día el servicio.

De ser así, no tendría que estar pensando en tener que llegar a su casa y pedirle agua a sus vecinos para hacerle el desayuno a sus hijos o tener que desajustar lo del diario y comprar "una paca de bolsitas, que vale $2.600". Porque el solo pensar en que debe ir sola al río por unas canecas para lo básico, la asusta.

Se partió de cero
Si uno piensa como habitante del Valle de Aburrá, la idea de tener el servicio de agua dos horas, cuatro horas o hasta 12 horas al día le pone los pelos de punta. Pero en Quibdó, la capital del Chocó, la realidad es otra.

Allá, cuando se quiere tomar agua, la opción no es abrir la llave y servirla en un vaso. Si uno quiere tomar agua tiene que comprar una bolsa o una botella y si quiere cocinar debe hervirla.

De ahí que EPM tuvo que empezar una campaña para promover el uso racional del líquido en los 6.503 hogares beneficiarios.

El mal servicio de las Empresas Públicas de Quibdó (EPQ) llevó a la comunidad no solo a desconfiar de la calidad del agua sino afianzarse en una cultura de no pago. La excusa: "¿cómo voy a pagar por un servicio que no me dan?".

María Cristina Jiménez, directora comercial de Aguas del Atrato, llegó a Quibdó hace dos años y se enamoró de un proyecto en el que todo estaba por hacer.

Le tocó montar una oficina de Atención al Cliente y, contrario a todos los que trabajan con atención al público, empezó a rezar para que aparecieran personas a hacer reclamos, porque solo así podría enterarse de primera mano de lo que pensaban los usuarios.

No había planos del acueducto y los que estaban -en algunos tramos- no coincidían con el trazado. Tampoco había un registro de usuarios, solo algunos cuadros que no eran suficientes para elaborar una base de datos.

La falta de planeación con la que ha crecido la capital chocoana lleva a que la nomenclatura sea solo una sucesión de números que nadie entiende, porque la gente se guía por la tienda de la esquina o el nombre del dueño de la casa.

Por eso, para identificar a los usuarios se creó un sistema propio donde a cada casa se le da un número.

Pero ahí vino otro problema. Mientras en el área metropolitana de Medellín cada casa es un usuario, en Quibdó no.

Por ejemplo, si aquí hay una vivienda de tres pisos, se estima que hay tres acometidas para el acueducto. Allá, es normal que haya acometida por toda la casa, así que en el momento de llegar la factura los inquilinos tendrían que dividirse la cuenta.

"Nos tocó empezar una campaña para explicarle a la gente lo importante de tener su acometida y su micromedidor (contadores). No es lo mismo lo que consumen en una casa donde vive un matrimonio solo que el piso en el que vive una familia de 10 personas, que es algo muy común", cuenta María Cristina.

Sería bueno una ducha
Con la mirada de quien tiene la posibilidad de disponer de agua corriente todos los días y en todas partes (casa, trabajo, centros comerciales), es imposible pensar que a una persona no le interese tener el servicio de acueducto o de alcantarillado.

Sin embargo, en Quibdó, los años de dependencia del agua lluvia y el mal servicio han llevado a la gente a pensar que no es necesario contar con una empresa de servicios públicos que garantice agua potable, alcantarillado y un servicio de recolección de basuras.

De momento, solo algunos hogares han aceptado la instalación de los micromedidores y son menos los que se han dado a la tarea de instalar las líneas de conducción interna. Pero se está adelantando un proceso de educación entre la comunidad y ya hay personas que preguntan cuáles son los trámites.

Una de las excusas más frecuentes para negarse a tener una acometida interna y un micromedidor es que el agua del acueducto hay que pagarla, la de la lluvia no.

¿Pero qué pasa en verano? Cuando se hace esa pregunta algunos piensan en recorridos hasta el río Atrato, otros en la posibilidad de pagar un carrotanque que lleve agua al barrio. También hay quienes prefieren olvidar lo que pasó este año cuando pasó una semana entera sin llover.

Sin embargo, María Patricia Serna espera a que le instalen el micromedidor y si tuviera plata le gustaría hacer la conexión al patio, donde tiene la cocina y una pieza en la que está el sanitario en el que los 13 miembros de la familia se bañan con agua tirada.

Uno de los proyectos de EPM es conseguir financiación con los fondos de Holanda y España para que las comunidades más pobres de Quibdó tengan un kit básico de aseo en sus casas.

"Sería algo simple: un lavaplatos, una ducha, un sanitario. Cosas que mejorarían la calidad de vida de la gente", explica María Cristina Jiménez.

Para los habitantes de Kenneddy, como María Patricia, es un sueño inalcanzable. Por eso, ella mira la pieza en ladrillos y no alcanza a darle forma a esa idea: una llave, una ducha, un baño con azulejos... y lo mejor, agua limpia para que sus hijos no tengan ronchas ni parásitos.

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