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Al crecer conectados, crecen desvinculados

  • Ángela Marulanda | Ángela Marulanda
    Ángela Marulanda | Ángela Marulanda
04 de abril de 2011
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La Academia Americana de Pediatría acaba de anunciar que la "depresión debida a Facebook" está afectando a muchos adolescentes como resultado del uso excesivo de esta red social.

Una de las principales razones para esto es que muy buena parte de las relaciones sociales de los hijos son por medios virtuales. Y como además ya no juegan con sus compañeros, sino con máquinas, muchos no están teniendo suficientes interacciones con personas ni oportunidad para ver, sentir y experimentar el calor humano de sus semejantes.

Cuando las relaciones se alimentan ante todo a través de conexiones cibernéticas no pasan de ofrecer un encuentro quizás agradable o divertido, pero temporal y efímero. Es como esa sensación agradable que nos queda al conocer un templo histórico viendo un documental sobre sus maravillas. Por fabuloso que sea, sólo deja una impresión que pronto se olvida, porque verlo en pantalla y vivenciarlo son dos cosas distintas.

Al pasar tanto tiempo conectados por medios electrónicos, los niños se entretienen con una cantidad de gente conocida, y desconocida. Pero en esta forma viven conectados, mas no vinculados con muchos.

Así como una cierta calidad y cantidad de alimentos es fundamental para la salud física de los niños, la calidez de sus relaciones afectivas lo es también para su salud emocional.

Ellos, a menudo, no están pudiendo establecer vínculos afectivos perdurables con otros, porque no tienen el espacio para hacerlo, debido a que están conectados con máquinas. Mientras las conexiones virtuales se hacen y deshacen presionando un botón, los vínculos se tejen con una presencia real que nos permite palpar, percibir y experimentar ese afecto que nos enlaza con nuestros semejantes como los eslabones de una cadena, y que no se rompen con un clic.

Si los niños no tienen suficientes encuentros ricos en atención, afecto, caricias, que los hagan sentirse amados y valorados por quienes les rodean, se sentirán vacíos e insignificantes, y buscarán más contactos virtuales para distraer su soledad. Por eso urge que los padres desconectemos a los hijos de las máquinas para reconectarlos a su corazón. Y también al nuestro.

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