Lo primero en la jornada matutina es Bruno. Todos los días, alrededor de las 6:00 de la mañana, el amo camina media hora con su ciego y anciano píncher de 14 años, cerca a su casa en Bello.
Luego es el tiempo para la ración mañanera de los pájaros sin jaula que lo llaman en el jardín delantero, una caminata más larga sin el perro y su desayuno.
La mañana de profesor jubilado y de abogado en tiempos libres de Luis Alfredo Molina Lopera empieza a alterarse cuando abre el periódico y se le sale el cartón de periodista, una de las tres profesiones que tiene tituladas por la Universidad de Antioquia y que empezó a conseguir desde que era un niño en Donmatías, en la década del 50.
En ese entonces los maestros mostraban con sonrisas de oreja a oreja los cuadernos de los alumnos con la caligrafía de trazos más limpios, los de letra más bonita, y los de Alfredo fueron el orgullo de Eduardo Lopera Pérez, su maestro de segundo, tercero y cuarto de primaria en la Escuela Agustín García.
Alfredo le atribuye al profesor Eduardo la vocación de maestro que heredó y lo llevó a conseguir su primer título, el de normalista que recibió ante los ojos empapados de felicidad de Rosa Antonia Lopera, su madre.
Para que el mayor de la familia -con seis hijos y un padre entregado al alcohol- fuera a la escuela, la doña ama de casa preparaba comestibles que un familiar vendía.
El primogénito le respondió con notas excelentes y una beca de la Gobernación para estudiar sin costo en la Normal Pedro Justo Berrío, en Santa Rosa de Osos. Extrañando el ambiente familiar de Donmatías, los hermanos lasallistas le alimentaron la vocación de profesor que empezó a aplicar poco tiempo después de celebrar sus 20 años.
Cuenta Alfredo que su interés como el mayor de los hermanos era que los menores estudiaran, pero a ninguno le gustó la academia y él estudió por todos.
Ya cuando era profesor en Envigado una colega le regaló el formulario de inscripción de la U. de A. en donde fue admitido para estudiar Licenciatura en Español y Literatura.
El primer título profesional se lo entregó el Alma Máter en 1986, luego de pasar los sacrificios del universitario trabajador que lo obligaron a una pausa de tres años.
En las clases con el poeta Elkin Restrepo y el escritor Jaime Alberto Vélez reforzó el amor por el idioma, la lectura, la redacción y la ortografía.
Pero ese amor lo puede llevar a la irritación porque cuando Alfredo Molina ve un error de ortografía se desespera, le da escozor y lo llena la urgencia de corregirlo. Por sus ojos y oídos han pasado los castigos contra el idioma de periodistas de radio, televisión y prensa. A este mismo diario -que lee todas las mañanas- ha enviado correcciones a errores que según él no busca sino que le llegan.
Sus comentarios tienen el aval de un diploma de comunicador social - periodista que recibió en el Paraninfo de la U. de A. en 1993, luego de cuatro años de estudio porque le reconocieron materias de la Licenciatura.
La motivación del segundo título vino de sus ganas de hacer periodismo de opinión, el cual ejerció en el programa Proyección de la Noticia que transmitió los sábados la emisora Voz de las Américas.
Ya cuando estaba jubilado de maestro y con dos pensiones pidió reingreso a Derecho. Terminó esos estudios en 2006 y hoy ejerce sin afanes, dice él "como un servicio, especialmente a los más pobres, a quienes no tienen cómo pagar los honorarios".
En esos pocos casos que recibe trabaja en la oficina que tiene en la casa, luego de que se le sale el periodista leyendo la prensa, el licenciado de español y literatura que no perdona un error de ortografía y el abogado defensor del idioma que escribe mensajes a sus colegas pidiéndoles corrección.
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