A un costado de la vía que conduce a la ciudad de Belén, en los territorios palestinos y en pleno barrio Talpiot de Jerusalén, hay una oficina discreta pero sorprendente.
Quedan pocos minutos de un atardecer con cielo naranja, y en el local de barrio ya se encendieron las luces. Una vez se atraviesa la puerta, aparece la oficina de una flota de taxis singular: allí, en plenos tiempos de guerra y divisiones territoriales, reposa un cuadro con textos del Corán (el libro sagrado de los musulmanes), junto a textos en hebreo, lengua vital de los principales textos judíos y del Estado de Israel.
Ver conversar a los taxistas que trabajan allí, pese a sus credos dispares y a la tensión que genera la disputa histórica entre Israel y Palestina, es un milagro que hicieron posible Moshe Dukrin y Rami Traba hace aproximadamente dos años.
Ambos trabajaban en dos estaciones de taxis diferentes y decidieron crear una en común. "Todo empezó con una pita" (pan árabe), cuenta con una sonrisa Moshe, un judío que hace cinco años conoció a Rami, un árabe con el que instantáneamente hizo clic.
Y es que en la flota, judíos y árabes viven como una familia. "Comemos del mismo plato. Cuando nació un bebé en mi casa, ellos estuvieron conmigo en el brit milá -ceremonia judía de la circuncisión- y yo los visité durante el mes de Ramadán, sagrado para los musulmanes", dijo Moshe.
Para él, el secreto de su amistad incondicional es el respeto mutuo: "Respetamos a la persona por encima de la religión. Primero está la persona y luego viene lo demás".
Con su actitud, Moshe se ha ganado el cariño de todos, sin importar las fronteras y las disputas. En una muestra de amistad, sus compañeros musulmanes le otorgaron un nombre de los suyos, "señor Musa".
Sin embargo, hay una línea roja que el grupo de amigos no cruzan para evitar problemas: la política.
Aunque tienen sus opiniones sobre el tema, se abstienen de expresarlas en la oficina para evitar polémicas o malos ratos. Esto es algo inusual en Israel y en los territorios palestinos, donde incluso los niños tienen una opinión respecto al ancestral conflicto en la zona o sobre los líderes que gobiernan a ambos pueblos.
Deseo común: la paz
Moshe evita el tema político pero deja claro que él y sus compañeros tienen un deseo común: la paz.
Recuerda que antes de la Intifada -levantamiento palestino- entraba a lugares como Ramala (sede de la Autoridad Nacional Palestina) y que ahora la ley israelí se lo prohibe. Por eso, no puede ingresar a Beit Jala, un poblado donde vive uno de sus amigos árabes que quiere visitar.
Moshe también da su opinión sobre Jerusalén, la llamada Ciudad Santa y centro de la polémica entre palestinos e israelíes, ya que ninguno quiere renunciar a ella. Considera que desafortunadamente no se han cumplido todas las promesas de la actual administración del alcalde israelí y judío Nir Barkat.
Cuando se les pregunta sobre la creación del Estado palestino, "prefieren guardarse la opinión" para evitar discusiones acaloradas y no dañar el buen ambiente que se vive en su oficina y que es ejemplo de convivencia en una región donde cada tanto se producen tensiones y enfrentamientos que se ven en los titulares de televisión y portadas de los periódicos del mundo.
Ya es de noche y todos se alistan para el próximo viaje por las calles de Jerusalén, donde no faltan las historias que comparten con un cigarrillo o un café turco, a cualquier hora de los siete días de la semana que trabajan sin descanso en su estación.
Pico y Placa Medellín
viernes
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0 y 6
