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Apenas un cuarto de historia

EL PALACIO DE la Cultura Rafael Uribe Uribe tiene una historia incompleta: sólo se construyó un poco más de un cuarto de lo que iba a ser. Primera entrega de una serie sobre edificios.

  • Apenas un cuarto de historia | Robinson Sáenz
    Apenas un cuarto de historia | Robinson Sáenz
23 de abril de 2011
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Al arquitecto belga Agustín Goovaerts le propusieron hacer una casa de gobierno, por allá en 1920, para modernizar la que estaba en la esquina de Bolívar y Calibío, con más de cien años y a punto de caer. Y él propuso todo un Palacio, que ni siquiera cabía en el terreno: el anteproyecto tenía cinco planos y valía unos 611 pesos oro. Oro de 20 quilates, ni más ni menos.

El gigante iba a ubicarse en donde ahora es el Museo de Antioquia, pero a falta de espacio, la propuesta fue subirlo una cuadra y así aprovechaban el paisaje.

De lo pensado, de lo pintado y de lo que es, apenas alcanza a ser un poco más de la cuarta parte. Iba a ser tan grande, que si lo hubieran terminado se llevaría la Plaza Botero, y si se mira de frente, la fachada es sólo la mitad de lo que pudo haber sido.

Por eso algunos, como cuenta el arquitecto Guillermo Upegui, se preguntan por qué la puerta del Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe, como se quedó llamando por los cambios, está en una esquina, tan extraña ella.

Manos en la obra
El edificio se construyó con materiales importados desde Europa, lo que incrementó el costo. Hacían un largo viaje en barco, mula y tren para llegar a ser pared, piso, ventana o lámpara.

Sin embargo, como relata Upegui, en 1929, por la crisis económica mundial, la obra se suspendió y de ahí para allá comenzó a aplazarse, a hacérsele solo un detallito más, hasta decir, a mitad del 1930, que la obra quedaría inconclusa.

El Palacio sí se usó para gobernar. De hecho, en el gran salón para las sesiones de la Asamblea Departamental, que tiene además el diseño más destacado, se realizaron importantes debates. Y como estaba inconcluso y no había espacio para tanta gente, el lugar empezó a "tugurizarse", como lo llama el experto. Le hicieron intervenciones que nada tenían que ver con el diseño inicial.

Las oficinas de la Gobernación se trasladaron para La Alpujarra en 1987 y, aunque alguna vez pensaron en convertirlo en centro comercial, el edificio fue declarado Monumento Arquitectónico Nacional en 1982. Eso le salvó la historia, le permitió que en 1986 tomara el nombre y la característica que tiene, y que hace 11 años se entregara restaurado.

Esos detalles
La idea de Goovaerts era que la fachada fuera en ladrillo a la vista, pero los que pagaban insistieron en cubrirlos. Él optó por el ajedrezado en negro y verde grisáceo. "Eso confundió a la gente. No se imaginaban que era la gobernación, sino una iglesia", cuenta Guillermo.

No obstante, si a la parte de atrás se le hubieran puesto los cuadros, no se le podrían explicar a la gente que al Palacio le quedó faltando cuerpo.

El arquitecto señala que eso es fundamental, incluso en las restauraciones interiores. "No se copia igual, hay que hacer una pequeña diferencia, para que quede constancia de que no es el original".

El Palacio es de estilo ecléctico. Pasa por barroco, gótico, art deko, art noveau, árabe. En baldosas hay unos 17 estilos, las lámparas fueron hechas sobre planos y el armazón de la cúpula es una obra de arquitectura matemática. Ni hablar del ascensor que fue el tercero que llegó al país, el segundo a Medellín y el primero público. La gente le hizo fila, para ver qué era eso de montar en la caja aquella.

En la cúpula, lo confirma el arquitecto, "ya no hay fantasmas". Los mitos de cuando estuvo abandonado se fueron con la restauración. Mejor, se fueron con los gatos casi salvajes, las palomas y el efecto de luces del pararrayos.

Queda el cine, que la gente se persigne cuando pasa por uno de sus lados, y toda la historia, también difícil, que cuelga, se pega o se nota en sus paredes. En el mar de arte que es el Palacio de la Cultura.

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