Una cosecha, este año, de 23,6 millones de kilos de uvas para elaborar vinos marcará el fin de un tropezón que había llevado a Argentina a obtener la producción más baja de la última década.
Las cifras no cuadraban en un país clasificado quinto en producción y décimo exportador del mundo. En 2009 la recolección cayó el 24 por ciento y los negocios, 35 por ciento, situación que el presidente del Instituto Nacional de Vitivinicultura, Guillermo García, atribuye a la crisis económica global y a "las ondas de calor y la baja humedad" que afectaron las viñas.
Este año las copas vuelven arriba, pues la industria pronostica un crecimiento de exportaciones del 10 al 15 por ciento. Argentina retoma su lugar en producción detrás de Francia, Italia, España y Estados Unidos.
El punto de partida del crecimiento, a corto plazo, son los 760 millones de dólares en exportaciones en 2009, con Estados Unidos, Paraguay, Reino Unido, Canadá, Holanda y Brasil como su mercado protagonista. En un próximo paso las cifras son más jugosas, con una meta calculada en 2.000 millones.
Sobrados en calidad y precio
El vino les encanta a los argentinos, al punto que en promedio por persona beben al mes 4,2 litros (en Colombia con dificultad superamos el litro al año) y son el séptimo país consumidor.
¿Y el resto del mundo? Según la organización Bodegas Argentinas, la clave del éxito de la industria vitivinícola radica en su excelente relación calidad-precio, que, de acuerdo con Guillermo García, resulta de la combinación de variedad geográfica, clima y factor humano.
Sus emblemas en el mercado son el tinto Malbec y el blanco Torrontés, mientras en tierras es Mendoza, que concentra el 70 por ciento de la producción. San Juan, La Rioja, Salta, Río Negro y Neuquén completan el mapa en regiones con un menú de variedades que incluye Cabernet Sauvignon, Syrah, Merlot y Pinot Noir, en tintos, y los blancos Chardonnay y Sauvignon.
Camino turístico
Si las exportaciones habían venido flaqueando, en turismo Argentina puede encontrar un buen consuelo en el programa Caminos del vino, en el que los visitantes disfrutan los atractivos paisajes de los viñedos ubicados al pie de los Andes, conocen las técnicas de producción, por supuesto degustan, incluyendo platos típicos, y hasta pasan sus noches en bodegas adaptadas para hospedaje.
"La comida y el vino son dos placeres que se complementan, y el arte termina de sumarse a esta combinación", explica José Manuel Ortega que, como muchos de sus competidores, recibe cada día la visita de cientos de turistas de todo el mundo en su bodega O. Fournier.
Es una experiencia recreativa y cultural y como señala un informe de la Secretaría de Turismo, "el vino es hoy uno de los imanes que más atrae a los visitantes extranjeros".
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