La decisión de proporcionar ayuda militar a los rebeldes sirios puso a Estados Unidos en una arriesgada posición, que puede conducir a una escalada no deseada y dañar el delicado equilibrio diplomático con Rusia.
Más de dos años de cautela en la estrategia estadounidense ante el conflicto sirio han desembocado finalmente en lo que los rebeldes reclaman desde hace meses: el apoyo militar que les permita contrarrestar la inagotable fuerza del régimen de Bashar Al Assad.
El anuncio ha merecido los vítores del Congreso, pero también el escepticismo de expertos, que creen que la ayuda no cambiará el equilibrio de poder sobre el terreno y acabará llevando a E.U. a un nuevo punto muerto, en el que deberá plantearse más pasos militares si quiere que los rebeldes consoliden su ventaja.
"Esto no es un cambio vigoroso, es un paso gradual que puede llegar demasiado tarde para cambiar la situación", dijo a Efe Gordon Adams, experto en diplomacia estadounidense en la American University.
Para Aaron Miller, experto en Oriente Medio en el Wilson Center, el problema está en que "probablemente los pasos graduales que se están considerando no funcionarán sin una intervención militar mucho más sostenida y agresiva".
Con él coincide Marc Lynch, profesor de relaciones internacionales en la Universidad George Washington, quien opina que "armar a los rebeldes permitirá inclinar ligeramente el tablero, pero probablemente no acabará con el actual punto muerto ni dará a Washington la suficiente influencia dentro de la oposición siria".
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