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Armstrong: del Olimpo al infierno

El siete veces campeón del Tour de Francia, Lance Armstrong, ha caído como deportista en el abismo de la indecencia del dopaje, ese cáncer que hizo metástasis en él, en sus compañeros y en otros equipos.

  • Armstrong: del Olimpo al infierno | ILUSTRACIÓN MORPHART
    Armstrong: del Olimpo al infierno | ILUSTRACIÓN MORPHART
23 de octubre de 2012
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Lance Armstrong escribió como ciclista las páginas más épicas del pedalismo mundial, pero la historia acaba de darle como persona el único título por el que nunca compitió: el de villano.

Acostumbrado a estar en lo más alto del podio, a sentirse en el Olimpo, el heptacampeón del Tour de Francia acabó arrastrado contra el pavimento que tantas veces devoró montado en su bicicleta, mordiendo el polvo, y metido en los más oscuros confines por la deshonra del dopaje.

Medio mundo aplaudió sus hazañas, entre ellas las de superar un cáncer de testículo y montar una fundación para ayudar a otros enfermos, pero ahora pocos quieren saber de él, por lo menos no para defenderlo, así sientan tristeza por lo que terminó padeciendo.

Pero todo en su lugar.

Armstrong, como deportista, es un tramposo y debe pagar por ello. No hay cabida para el engaño en ningún deporte. Pero la Unión Ciclista Internacional (UCI), que ya lo despojó de sus siete títulos en el Tour, debe pagar su propia cuenta.

No hay que olvidar que bajo los protocolos antidopaje de la UCI, jamás se le encontró un positivo a Armstrong. Y más grave aún, los testimonios que terminaron sustentando su decisión también incluyen los que aseguran que la UCI tapó dos positivos de Armstrong, en 1999 y 2001, después de recibir dos primas, de 90 mil y 170 mil dólares, para la fundación de la propia UCI en su lucha contra el dopaje.

En otras palabras, la UCI compró voluntades y ha cometido delitos tan graves como los del propio pedalista.

La sanción a Armstrong es ejemplarizante y así tenía que ser. ¿Pero no sería igual de ejemplar que los altos directivos de la UCI hubieran aceptado su culpabilidad en todo este entramado y renunciaran?

Se acabó, y de la peor manera, la era de un gran ciclista, pero debería comenzar otra etapa del deporte mundial, con el ciclismo comandando el pelotón, en la que el dopaje y las malas prácticas no tengan espacio en ninguna parte.

Porque hoy es Lance Armstrong el trofeo de mostrar. ¿Y dónde quedan las mafias que se enquistaron desde hace tiempo en los demás deportes de alto rendimiento? ¿Quién controla a las multinacionales del dopaje y sus ejércitos de mercaderes que viajan por todo el mundo con sus maletas llenas de desprestigio?

Armstrong, el ciclista, no es aquí una víctima del sistema, sino parte de él.

Pero Lance, la persona, ha logrado en la última década recaudar no menos de 500 millones de dólares para su fundación contra el cáncer y eso no se le puede desconocer.

No sólo la UCI, sino la Agencia Antidopaje de Estados Unidos (Usada), han desconocido los títulos obtenidos por Armstrong, pero deberían hacer lo mismo con quienes, como él, se doparon para engañar a sus rivales y a los aficionados.

Tyler Hamilton, gregario del ciclista estadounidense y principal testigo contra Armstrong, dijo en su más reciente libro "Carrera Secreta ", que las carreras "eran entre iguales, porque todos consumían sustancias prohibidas para buscar ganar".

Armstrong pudo derrotar el cáncer en su testículo, pero dejó que el del dopaje hiciera metástasis hacia el resto de sus compañeros y se extendiera como maldición hacia otros equipos ciclísticos.

Ha caído un ídolo. Y con él, el deporte pierde otra batalla contra la indecencia y el engaño. Pierden los patrocinadores, que se han soltado del lote para desmarcarse del escándalo en el que los encaramó el hombre convertido en su vehículo publicitario. Perdimos todos, especialmente aquellos que pusimos por un momento a Armstrong como un ejemplo de vida y de superación.

Cómo quisiéramos hacer hoy realidad la frase de Francisco Maturana de que "perder es ganar un poco", y que el caso de Armstrong sea el último que nos haga sentir en el Olimpo y después nos muestre el infierno.

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