La mano invisible de Enka está en la ropa, por dentro de las llantas de los camiones, en cinturones de seguridad y otras autopartes. También en las redes de pesca industrial, en las velas de los botes, en el relleno de las almohadas, en las resistentes cuerdas de los barcos, los recubrimientos de cables de energía y hasta en los uniformes de los soldados.
Así no se vea, ahí están el nailon y poliéster inteligentes, los hilos, las microfibras, las resinas y los más de 250 productos distintos a base de petroquímicos. Eso fabrica con alta tecnología una empresa líder hoy en Colombia, la región Andina y los países centroamericanos, al tiempo que exporta a 20 países de América y Europa el 37 por ciento de su producción.
Todo eso lo hace en su planta de Girardota, al norte de Medellín, en donde hoy trabajan 1,150 personas y se elaboran más de 120.000 toneladas anuales, en comparación con las 402 personas que iniciaron la operación en 1966 y las 4.200 toneladas fruto de su trabajo.
Tres años antes, Textiles Pepalfa contactó a la holandesa Algemene Kunstzidje Unie, su proveedor de filamentos de nailon y fibras de poliéster para montar una fábrica local que el 8 de septiembre de 1964 se constituyó como Enka de Colombia. A la naciente industria también entraron como socios Fabricato, Tejicóndor e Hilanderías Medellín, entre otros.
Al tiempo que se ampliaba la capacidad de producción y se adicionaban más procesos para transformar un polvo químico en fibras, entró en 1975 a hacer su práctica universitaria un aplicado estudiante de Ingeniería Química de la Bolivariana.
Se llama José Antonio Gallego Rico y hoy, después de 37 años, es el responsable del área de Calidad y Desarrollo de Productos. Él ha sido testigo de cómo las 130 toneladas que transformaba al mes toda la fábrica cuando ingresó, hoy eso es lo que produce solo una de 26 máquinas de alta velocidad.
“Siempre Enka ha implementado la tecnología de punta que hay en el mundo, por eso en mi época de estudiante decíamos que era como la nasa antioqueña, porque aquí estaban equipos, extrusores, reactores que uno conocía solo por los libros”, recuerda José Antonio que ha visto crecer la empresa paso a paso.
Él dispone sobre una mesa un croquis guiado por flechas para entender cómo de una materia prima básica, un polvo blanco, salen distintos insumos textiles y cómo de botellas plásticas trituradas resultan hilos que terminan en más botellas, bluyines o en fundas para salchichón, uno de los últimos productos desarrollados.
De hecho, Enka es el mayor reciclador de PET del país para sacar microfibras de poliéster, labor que comenzó desde 1993. Hoy recibe a diario un millón de botellas y espera se triplique esa cantidad para el segundo semestre de este año con la ampliación de su planta de procesamiento.
Pero no todo ha sido buenos resultados para Enka. Estuvo al borde del cierre por cuenta de la crisis del sector textil colombiano después de la apertura económica, la caída de los precios internacionales y una sobrecapacidad de producción mundial. En 2002 se acoge a la Ley de Reestructuración Empresarial y comienza su reconversión tecnológica y recorte de gastos.
Tiempos difíciles
“Los holandeses se retiraron de la compañía, hubo que reducir en más de la mitad la planta de personal y con nuestro propio conocimiento modificamos muchas máquinas para hacerlas más eficientes. Si no fuera por eso habría cerrado Enka”, cuenta Jaime Velázquez Uribe, jefe de la División de Ingeniería, quien dice que lo más valioso de la empresa es el talento, trabajo en equipo y sentido de pertenencia de sus empleados.
Y eso se aprecia en operarios como Orlando Marín Lopera, quien ha estado vinculado a la empresa por 31 de sus 51 años. Ingresó por un tío después de terminar su bachillerato y afirma con convicción que “Enka ha sido mi mejor universidad”. Antes de ser tecnólogo industrial, ya sabía armar y desarmar calderas, compresores y decenas de máquinas que prestan servicios complementarios a las áreas de producción en el complejo industrial en un terreno de 42 hectáreas.
Con las lecciones aprendidas de los tiempos duros, el desarrollo de innovaciones volcadas a las necesidades reales del mercado, historias tejidas de la recursividad, fibras inteligentes, el conocimiento que corre de trabajador en trabajador entre máquinas gigantes y millonarias inversiones en tecnologías “verdes”, Enka sigue demostrando, como hace 48 años, que es la “Nasa antioqueña”.