x

Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

¡AY, CARAMBAS!

  • ¡AY, CARAMBAS! |
    ¡AY, CARAMBAS! |
01 de noviembre de 2014
bookmark

"No hay día que falten lágrimas. Cada uno de nosotros lo siente todos los días, en formas diferentes. Es una ausencia que en todo momento te sale al encuentro".

El entrecomillado es de un amigo muy querido a pocos días de la muerte de Paco, su perro, tras "14 años de amorosa compañía y miles de momentos alegres". Me partió el alma y retrocedí el casete. Al primero que vi llorar por la muerte de su mascota fue a uno de mis hermanos, que quedó envuelto en una tristeza larga. Por esa época mi mamá juró varias veces que nunca más en nuestra casa viviría un animal, y lo cumplió. Ese cuadro me causó un impacto "antimascótico" y trasladé el juramento a mi propio hogar cuando armé rancho aparte.

Pero fue en vano. Un día a nuestra puerta llegó una mota de algodón con patas y dos bolitas de cristal por ojos. Una criatura hermosa de raza French Poodle que llamamos Coquito, porque entonces los animales no se llamaban como las personas.

Después llegó una Fox Terrier que acabó hasta con su nido. Si de la RAE me pidieran redefinir las palabras inquieta y destructora, yo diría Luna, simplemente. La enviamos a una finca y volví a jurar que nunca más tendríamos mascotas, pero hace unos meses, sin pedir permiso, nos adoptó un gato.

Llegó a nosotros sin más equipaje que una historia de abandono en un costal. Y bastaron su mirada insondable, su sigilo, su curiosidad insaciable y su ternura para que mandáramos a la porra los vanos juramentos. Nos conquistaron su independencia, su cara de huérfano desvalido y sus estados de serenidad extrema o de locura ídem corriendo por la casa. Su pelambre de poca alcurnia se nos hace el más fino del mundo y aunque es una cosita flacuchenta, nos parece una bola de pelos con cara de príncipe. En pocas palabras, nos creemos los únicos que tenemos un gato en el Universo.

Se llama Carambas, un comodín que degenera con frecuencia en Carambitas, Carambolo o Carambolitas, que se nos da perfecto para los mimos o los regaños y que ni un miau le merecen. Tampoco a nosotros nos importa su indiferencia. Su presencia es suficiente.

Verlo jugar con un pedazo de cartón, recibir sus regalos de grillos o ramas que deja al pie de nuestras camas, sentir como un trofeo sus "picos", que en realidad son pequeños mordiscos, o sentirlo ronronear a nuestro lado son terapias de relajación que han cambiado la idea, un poco hostil, que teníamos de los animales en casa. Una mascota es una criatura comprensiva, generosa e incondicional que siempre le concede a uno la razón y de la que siempre recibimos una grata compañía porque es capaz, a su manera, de interpretar los sentimientos de su amo y sus estados de ánimo.

Pero sigo mirando de reojo la humanización de las mascotas. No la acepto. Cada quien redistribuye el ingreso como quiera, pero me da "bureo" que algunos amos provean a sus mascotas de lujos innecesarios, como motel, hotel, psicólogo, fiestas temáticas y de socialización, joyas, matrimonio, servicios funerarios y entrenador, vestirlos, tratarlos de "papi", "amor" o "cielo", o que incluso los pongan por encima de los seres humanos en su escala de valores. No al maltrato, pero tampoco a la sobrevaloración animal.

A mi amigo huérfano de Paco le di un abrazo solidario que seguramente no sirvió de nada. La pena que produce la pérdida de una mascota es indescriptible y, como suele suceder en casos de dolores del alma, será el tiempo, a paso lento, el encargado de su alivio. ¡Ay, carambas!.

Te puede interesar

¿Buscando trabajo?
Crea y registra tu hoja de vida.

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD