Todas las comparaciones son odiosas. No hay ninguna que sea justa o exacta, ni que deje tranquilos a los sujetos comparados. Esta no va a ser la excepción.
Ahora bien, salta a la vista el éxito de las políticas y los programas culturales en Bogotá, frente a la falta de los mismos en Medellín.
La Feria de las Flores, Colombiamoda, el Festival de Poesía, la Semana de Jazz y otros eventos en los que la ciudad ha sido líder, tienen que seguir siendo íconos de la capital antioqueña.
Ellos demuestran las fortalezas de la ciudad y su gente. Pero es hora de que Medellín se dé cuenta que tiene que apostar por la cultura en general, no solo por la regional. Es una labor conjunta del gobierno local, los empresarios, los medios de comunicación y, más difícil aún, los ciudadanos.
La Feria del Libro que acaba de terminar en Bogotá demuestra el éxito de estas iniciativas, en términos de construcción de cultura de ciudad.
Miles de personas caminaban por los pasillos mirando, tocando y leyendo textos. Los jóvenes de las escuelas públicas, los colegios privados y las universidades, se reunieron en un evento democratizador de la materia prima del saber: el libro.
Como éste, sobran los ejemplos.
El Festival Iberoamericano de Teatro reúne en la capital a lo mejor en ese arte; el Hay Festival trae a Cartagena a los mejores escritores de la región; el Music Festival, en la misma ciudad, atrae a grandes intérpretes internacionales de la música clásica; y las salas de arte del Banco de la República exponen en Bogotá excelentes muestras como las de Francis Alÿs o Andy Warhol, entre otras.
Es un buen momento para dejar el regionalismo en Medellín, y apostar por una apertura cultural.
Aunque es evidente que en estos debates se mueven todo tipo de intereses -y la burocracia política juega un papel fundamental-, también lo es que la ciudad está relegada nacionalmente en esta materia y no puede seguir estándolo.
Si no fuera por la donación de Botero, la ciudad no tendría ni siquiera un buen museo.
La situación comienza a tornarse preocupante.
Medellín tiene las instalaciones, la infraestructura y el empuje para hacerlo. Lo único que falta es la determinación para empezar ya.
Hay que apostar porque los niños de Colombia, en general, y de Antioquia, en particular, tengan acceso a las grandes obras de arte; a disfrutar de la mejor música internacional; a leer, comprar y regalar libros; y a llorar y reír con el cine y el teatro de todo el mundo.
Si el tema no se debate a fondo, la ciudad seguirá despertándose relegada culturalmente en el ámbito nacional e internacional. Eso es lamentable.
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