Esta película está a mitad de camino entre Gigoló americano (Paul Schraeder, 1980) y Un gigoló por accidente (Mike Mitchell, 1999), es decir, entre la sugerente reflexión sobre este oficio y su más burda explotación por vía de la comedia.
Y es que en ella se evidencia la intención de darle un tratamiento serio al tema, incluso con un aura de misticismo, pero también de tomárselo a la ligera y aprovecharlo para hacer algunos chistes y proponer situaciones jocosas.
Pero independientemente de sus más y sus menos, solo por ver actuando a Woody Allen vale la pena ver esta película.
Aunque es dirigida (también escrita y protagonizada) por el reconocido actor John Turturro, sin duda el personaje de Woody Allen fue pensado para él, quien es ya un arquetipo de sí mismo: judío, neurótico, siempre descontento con algunas prácticas sociales, cobarde y, por supuesto, divertido.
John Turturro crea e interpreta con dignidad a su personaje de gigoló: no es muy atractivo, pero es caballeroso, con mística y misterio.
A partir de este personaje, como es natural, se habla fundamentalmente del amor, el sexo y las mujeres.
El amor siempre en estos casos es un convidado de piedra, pero aun así presente; el sexo aquí, particularmente, tampoco es muy visible, aunque lo está, sugerido de distintas formas, desde las perversas hasta las espirituales; mientras que las mujeres, son mostradas de tres formas: la reprimida misteriosa, la libertina sofisticada y el sensual animal sexual (interpretado por Sofía Vergara, razón por la cual alcanzó a llegar esta película a nuestra cartelera).
A lo reflexivo y cómico del tratamiento se suma un cierto tono emotivo y entrañable, esto por vía de la relación de amistad (disfrazada de negocio) entre los personajes interpretados por Woody Allen y John Turturro.
Sus encuentros y diálogos tal vez son lo más original y atractivo de todo el filme, así como el personaje que crean entre los dos, es decir, el gigoló, que por la forma atípica como es concebido, resulta interesante como personaje y realmente seductor en la lógica argumental que propone.
Entre ligera y juguetona o entrañable y reflexiva, esta cinta se puede ver con el desprendimiento de quien gusta tener las comisuras arqueadas durante toda una película, sin comprometer mucho su intelecto pero tampoco su mal gusto.
Pico y Placa Medellín
viernes
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0 y 6