Ayer era un día especial para Doris Velásquez. Se puso sus tenis, la sudadera negra, el antisolar, la cachucha, y desde la loma de Los Balsos, en la Superior, en El Poblado, caminó hasta el centro comercial Oviedo.
Ella lo tomó como un cambio de rutina y de actividad. Agradecida y contenta, no renegó del calor intenso, y por el contrario, lo vio como una oportunidad para hacer ejercicio y disfrutar de la naturaleza.
Se encontró con otros transeúntes, que aprovecharon a pasear el perro, y para el regreso, ya tenía en mente comprar el aguacate para hacer los fríjoles.
Su hija, Valentina, no tenia colegio y optó por quedarse en casa durmiendo, por lo que todo indicaba que iban a hacer un plan muy familiar.
Tal como si fuera un domingo. En realidad, en los centros comerciales parecía el comienzo de un día de fiesta, pero muy de mañana.
Lo que mas impresionó a la gente era ver los parqueaderos, usualmente llenos, que estaban vacíos. A pesar de ello, algunos no dejaron de seguir la rutina y ya para medio día, los restaurantes y puntos de venta de café se llenaron como usualmente lo hacen en semana.
"Hoy es como un día espiritual; como en otra dimensión", dijo el taxista Juan Guillermo Betancur, quien explica que su oficio está sujeto a la bulla, los pitos y la contaminación. Sin embargo, ayer sintió que hasta el sol era diferente.
Aunque no se incrementaron sustancialmente los clientes, estuvo ocupado en el día. Como también sucedió en algunos almacenes como el de Gloria Vélez, vendedora en un local de Punto Clave, quien afirma que la gente, igual, los visitó para hacer sus compras. Ella utilizó el metro y el bus para llegar a su lugar de trabajo.
Eso sí, fueron a loliar sin madrugar y al propio ritmo. Porque el día de la Tierra se sintió con menos carros y menos gente en la calle. Para darle un respiro a la ciudad y el planeta.
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