Se volvieron tan escasas las ruanas en Jericó, que llegará el día -y tal vez no muy lejano- en que para ver una se tendrá que ofrecer recompensa.
La cosa es tan en serio, que Rubén Darío Agudelo, un veterano talabartero y con 50 años de vivir en esta fría localidad del Suroeste, cuenta que allí hubo dos fábricas de ruanas y tuvieron que cerrar cuando se quedaron sin mercado.
"Ya todo mundo anda de chaqueta, y eso los viejos. A los más muchachos usted los ve vestidos como en Medellín: camisetas, sacos y hasta con mangas cortas", enfatiza.
Atribuye esta falta de uso del calentador y abrigador traje a que en su pueblo ya no hace tanto frío como en décadas pasadas. "No se puede negar, el clima ha subido, se han secado quebradas y fuentes de agua, ya todo es más caliente", apunta.
Para Rubén, el fenómeno del aumento del calor se nota hasta en las clases de animales que crecen en Jericó. Dice, en su jerga de hombre provinciano, que ya ni siquiera el ganado es peludo, "puede haber ganado cruzado, pero no tan peludo como antes, que se veía al llamado de Urrao... que no era sino pelo y güevas, ja, ja, ja".
El parque
Otra característica de los pueblos fríos -si consideramos que Jericó lo es, con una temperatura promedio de 19 grados- es la poca vida nocturna y lo desocupados que se ven sus parques de noche.
En esta localidad no es así, su parque principal es un sitio de mucha vida. Lo comprobamos la noche del viernes 23 de mayo pasado, cuando descubrimos un sitio lleno de gente en corrillos, tomando vino y hasta cervezas heladas, y yendo de un lado a otro hasta más allá de la medianoche. Y no solo jóvenes, también adultos.
En contraste, el pasado viernes 30 de mayo estuvimos en Segovia, población minera del Nordeste, de tradición caliente.
Para sorpresa, cuando esperábamos que el sofoco nos hiciera chorrear sudor, nos topamos con una temperatura de 24 grados o menos en horas de la tarde y que no se bajó mucho en la noche. Incluso, se sienten casi los mismos grados de Medellín, aunque la gente afirma que es más el acoso del calor.
"Aquí el clima es agradable, pero sí hace más que todo calor, por eso se vende tanto esta ropa", anota Juliana Rivas, vendedora de un almacén, en el que abundan los pantaloncitos cortos para dama, de colores vivos.
Eso sí, las calles son un hervidero en esta localidad, donde pasa una moto cada fracción de segundo.