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Colombia frente a Paraguay

Ante las denuncias de injerencia externa en la crisis paraguaya, Colombia no puede plegarse a las solapadas proclamas del chavismo. Hay una tradición de respeto que nuestra Cancillería debe honrar.

06 de julio de 2012
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Se alejan las posibilidades de que el exobispo Fernando Lugo pueda recuperar el poder presidencial en Paraguay, luego de su remoción el pasado 22 de junio.

Tras su destitución parlamentaria, mediante un trámite expedito, pero formalmente constitucional, al controvertido y poco coherente exgobernante no le fue suficiente el oxígeno lanzado por la brigada de países chavistas del continente.

El trámite parlamentario de la destitución presidencial no es inédito en aquel país, pero sí lo fue el poco tiempo que se le dio al Presidente enjuiciado para preparar una defensa idónea. Y es esa la gran objeción que los demócratas pueden y deben hacer al procedimiento que, en cualquier caso, no puede asimilarse a un golpe de Estado como los que han herido la historia de la frágil democracia paraguaya.

Al desconcierto de los auténticos demócratas, se unió la solapada protesta airada de regímenes que no pasarían un solo examen de calidad instituicional ni de respeto a las garantías que tanto piden para los otros Estados.

Oír las proclamas prodemocráticas de los gobiernos de Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y, aunque parezca increíble, Cuba, lleva a una situación de perplejidad que, para Paraguay, se tornó contraproducente. Es tan poco serio ver a Raúl Castro condenando procedimientos antidemocráticos que, analizar el proceso paraguayo, obliga a usar otras ópticas.

Unasur y Mercosur, reunidas sucesivamente en Mendoza, procedieron a suspender al Estado paraguayo de su pertenencia a ambas entidades.

Allí, el gobierno de Hugo Chávez aprovechó, sin mucho disimulo, la crisis para que, suspendiendo a Paraguay de Mercosur, se le aprobara a la misma Venezuela el ingreso al bloque político/comercial.

Era precisamente Paraguay el socio de Mercosur que, hasta ahora, impedía el ingreso de Venezuela. Y no sin razones. Con Chávez dentro, ya no será fácil negociar ningún acuerdo de libre comercio con cualquier otro bloque, salvo con el ideologizado y antilibrecambista ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas).

Para muchos colombianos, Paraguay es un país amigo, pero poco conocido, con el que los vínculos son más bien remotos. Pero el papel que nuestro país está jugando frente a su crisis, parece dictado desde fuera.

Aunque Colombia no pertenezca al bloque de los "autocráticos demócratas", liderados por el bolivariano gobernante vecino, está viéndose arrastrada -con el consentimiento manso de la Cancillería- a adherirse a la estrategia de Chávez y sus socios al interior de Unasur.

El nuevo Presidente paraguayo, Federico Franco , ha denunciado claras injerencias del canciller venezolano, Nicolás Maduro , en el proceso posterior a la decisión parlamentaria de remover al anterior Presidente. Una injerencia que, de ocurrir en cualquiera de los países de la cuerda bolivariana, daría lugar a un gran escándalo internacional.

Nadie le pide a la Canciller colombiana, María Ángela Holguín , que declare en contra de funcionarios venezolanos. Si ella efectivamente no tiene evidencias de la participación de estos en eventuales complots contra el nuevo Gobierno de Asunción, no tiene por qué decir lo contrario.

Pero la impresión que nos queda es que Colombia está perdiendo el espacio para fijar posiciones propias, para plegarse a lo dictado por el temperamental presidente/candidato de Venezuela.

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