No existen fórmulas mágicas. Todo empieza con el conocimiento de uno mismo, desde niño aprendiendo a mirarse como ser individual y autónomo con fortalezas y debilidades. La pregunta ¿quién soy yo? es clave para asumir una responsabilidad y emprender una acción.
Qué, cómo, cuándo, dónde, por qué, acompañado de verbos: juego, observo, escribo, corrijo, miro, como, siento, gusto, amo etc., ayudan a pensarse y a orientarse, equilibrando lo positivo y lo negativo de cada ser. Aprender a superar, cambiar y mejorar las dificultades es tan importante como fortalecer, acrecentar y maximizar las fortalezas. Cada quién lo hace a su manera.
Frente a una materia o área del conocimiento con dificultades podemos preguntarnos:
¿Se dificulta el área en general o solo un tema? ¿Qué tiempo, interés y gusto se tiene para el área? ¿Es claro para qué sirve el área o tema? ¿Se asocia positiva o negativamente la imagen del profesor con el área y qué soluciones se aplican ante una interferencia negativa? ¿Cuáles son las fortalezas que se tienen dentro de esa área y otras?
¿Se asiste a cursos extraclase para llenar los vacíos o fortalecer aptitudes? ¿Cómo se adecuan las exigencias al propio ritmo o velocidad de trabajo? ¿Cuál es el nivel de constancia? ¿Se reconoce que detrás de una dificultad hay un reto y detrás una satisfacción? ¿Cómo lee, asimila, resume, observa, escucha, memoriza, expresa, corrige, concentra y qué hace para mejorar estas competencias?
En lo afectivo y madurativo, ¿se conocen las etapas de la vida por las cuales se va pasando, sus problemas, cómo y con quién solucionarlas?
A la hora de dar consejos para la vida, a veces sobran las palabras cuando quien los recibe no está preparado o dispuesto para ello. Mi invitación es a aumentar niveles de reflexión para formular estrategias que permitan aprovechar las situaciones y los conocimientos que se presentan en la escuela y fuera de ella.
Una asignatura se recupera con el querer y el hacer, con la voluntad hecha acción y no ilusión. Estando preparado para incorporar, adecuar y utilizar los consejos y estrategias de maestros, familiares, profesionales en otras áreas, libros y revistas especializadas. Recuerda el dicho popular relacionado con un pasaje bíblico (Josué 1:9): "ayúdate que yo te ayudaré".
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