Cuando todo el mundo creía que sobrevendría una crisis internacional por la caída de la economía norteamericana, o cuando otros tantos apostaban a que los precios del petróleo generarían una contracción del crecimiento en el mundo, ni una ni otra cosa ocurrió y, en cambio, reaparece el espanto de la inflación en las economías del mundo, y con ella, inevitablemente se dará una contracción de la demanda.
Desde la década de los setenta, en que se dieron de manera casi simultánea el alza de los precios del petróleo, el abandono del patrón oro por parte de Estados Unido y el auge industrial de Japón y países emergentes que desplazaron la industria pesada al tercer mundo, no se había dado un proceso tan generalizado de crecimiento en los precios.
Estados Unidos ha visto aumentar su inflación de 2,6 a 3,9 por ciento anual. China de 3 a 8,5 por ciento. La zona Euro de 1,9 a 3,6; Rusia de 7,1 a 15,1; Singapur de 0,6 a 7,5; Chile de 2,5 a 8,3. En un barrido por los datos de las cincuenta principales economías del mundo, en ninguna cayeron los precios o, por lo menos, permanecieron estables.
La fuente de este desbalance son los alimentos y energéticos. El índice de precios de commodities de The Economist ha aumentado este año en un 26,3 por ciento. Dentro de este índice, la canasta de alimentos creció 54,9 por ciento y el petróleo aumentó el 103 por ciento. Pero el efecto de estos aumentos no solo es estructural sino que además puede generar una dinámica perniciosa de ajustes escalonados en la economía con efectos graves en la estabilidad de largo plazo.
La agenda estándar para atender esta fiebre inflacionaria son aumentos en las tasas de interés por parte de todos los bancos centrales. Una vez que en Estados Unidos se consoliden los datos de crecimiento, exiguos pero positivos, y se disipen los vientos de recesión, seguramente la FED apretará nuevamente las tuercas para contener un desborde de la inflación. El efecto final de estas medidas, como ya lo hemos observado en Colombia en los últimos meses, es que se contrae la demanda, solo que el efecto será a escala global.
Lo que está aconteciendo es un nuevo cambio estructural y el principal mecanismo de transmisión nuevamente son los precios. Posiblemente los commodities bajen, pues los analistas estiman que el efecto generado por los especuladores podría explicar entre un 25 y un 40 por ciento del incremento en los precios actuales, pero con todo y ello los precios quedarán bastante por encima de los que fueron sus promedios históricos de la pasada década. En este sentido, las cuentas comerciales del mundo se rebalancearán a favor de los productores de bienes básicos y se permanecerá en este estado de cosas mientras las economías subdesarrolladas continúen empujando el crecimiento y la demanda de bienes.
De momento, la mejor receta para el país es la prudencia. El dato de inflación de alimentos en Colombia es preocupante y está contagiando los aumentos en los demás sectores. Lo más importante es actuar sobre los aranceles de alimentos, las restricciones a las importaciones, las protecciones y los subsidios ahora innecesarios para los productores. Aún más importante es que el Gobierno modere el gasto y reduzca la deuda, lo que además ayudará a contener la revaluación. Desaprovechó las vacas gordas para ahorrar, ahora deberá hacer el esfuerzo en medio de una desaceleración. Esperamos que el Ejecutivo actúe y no siga dejando solo al Banco de la República en la lucha contra la inflación.
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