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DEL CATATUMBO A CUALQUIER OTRO SITIO

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11 de julio de 2013
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No nos extrañemos con la presencia de las Farc en las manifestaciones del Catatumbo. La historia nos enseña que los movimientos de masas son liderados por personas con mayor educación, carácter, posición social, idealismo y compromiso con el cambio que el grueso de las masas que lideran. Sin razón ni ética o con ellas, quienes convocan y conducen los movimientos de protesta, son aquellos que tienen la capacidad de olfatear las oportunidades, estructurar un discurso y asumir los riesgos que ello implica.

La presencia y accionar de las Farc era perfectamente previsible, pues para nadie debe resultar extraño que ellos visualicen, instiguen, manipulen y desfiguren para su beneficio delictivo cualquier escenario de protesta social o desobediencia civil.

A todo movimiento subversivo agrario, le resulta conveniente desarrollar su proyecto político en áreas rurales donde las organizaciones campesinas son débiles, carentes de identidad y fáciles de cooptar por su discurso. Oportunidad adicional se les presenta cuando el área está afectada por el narcotráfico, del cual ellos mismos hacen parte, y la acción gubernamental es una amenaza para sus objetivos de lucro.

Muchos son los organismos y las instancias del Estado que deberían tener o adquirir, suficiente capacidad de previsión para luego poder prevenir hechos como los que estamos viviendo y los que muy probablemente se repliquen en otras áreas del territorio nacional. Si no tenemos esa capacidad, la protección de las personas y de sus bienes es algo difícil y en ocasiones casi imposible.

Tal vez no hemos entendido que estructuras rígidas, verticales, aisladas y con pobre información para generar inteligencia efectiva, tienen mínima capacidad de anticipación y poco espacio de coordinación y reacción. Parecen no haber sido suficientes los criterios de la Estrategia Nacional contra la Violencia (1992) y del Plan Nacional de Rehabilitación (PNR), para comprender la necesidad de la acción coordinada de los diferentes estamentos del Estado, desde el nivel municipal hasta el nacional.

Parece que tampoco hemos asimilado en debida forma la experiencia vivida durante las marchas de los campesinos cocaleros hacia Florencia en 1996, cuando protestaron por las fumigaciones aéreas. Lo que recordamos es que, a pesar de la acción legítima del Ejército, el Consejo de Estado lo condenó por daños causados por los marchistas a unas parcelas en el área. Aprendiendo de todo ello, las Fuerzas Militares desarrollaron la teoría de la Acción Integral, que apunta en la misma dirección que la Estrategia Nacional contra la Violencia. Sin embargo, las acciones descoordinadas, tardías y, aparentemente, sin brújula en el Catatumbo demuestran que el esfuerzo en la justa dirección ha sido fallido. Percibo que la situación actual del Catatumbo es más compleja, importante y decisiva de lo que aparentemente parece. Su espectro supera el ámbito militar y policial, con repercusiones directas sobre la implementación del primer punto de la agenda de La Habana y de las Zonas de Reserva Campesinas.

No me cabe duda sobre el interés e injerencia de las Farc en los hechos del Catatumbo. De allí sacarán lecciones para modular sus estrategias de acción en otras áreas del país. De hecho, ya lo estamos visualizando en Putumayo, Chocó, Arauca y Nariño, donde siguen usando el fusil en apoyo de la palabra.

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