Movimiento de Reconciliación Nacional, así se llama la fuerza política constituida por 39.500 desmovilizados de las Farc, Autodefensas, EPL, Quintín Lame y M19, que dejaron las armas para, desde la civilidad, apostarle a un proyecto de país por la paz, con justicia social y oportunidades para todo el mundo.
Si bien su primer paso fue dejar las armas, ahora enfrentan otras cordilleras sociales tan complejas como la anterior. Una de ellas, pedir perdón público a la sociedad, a las víctimas de todos sus actos e incluso, sin una aguja en el bolsillo, sentarse a conversar entre ellos, cosa que por razones ideológicas, políticas o sociales, consideraban un imposible histórico.
"Muchas cosas han pasado en nuestras vidas. Por ello, lejos de rencores u otros hechos que creíamos nos dividían y nos convertían en enemigos irreconciliables, nos sentamos a dialogar desmovilizados de las Farc, las Autodefensas, Epl, Eln, Quintín Lame tratando de encontrar lenguajes comunes desde la democracia, dice Fernando Soto, desmovilizado de las Auc, y coordinador en Antioquia de Reconciliación Nacional.
Como desarrollo de ese objetivo, los desmovilizados le apostarán a la política desde escenarios como el Congreso de la República. Para lograr este objetivo contarán con el aval del Partido Apertura Liberal, colectividad que es dirigida en el país por Ángel Flórez.
En su camino al Legislativo, los desmovilizados crearon nueve listas para la Cámara de Representantes en los departamentos de Antioquia; Córdoba, Santander, Cesar, Risaralda, Putumayo, Bolívar, Caquetá y Nariño.
Por Antioquia está Fernando Soto, ex Auc, quien cuenta con el apoyo de los demás reinsertados. El candidato en Putumayo es un desmovilizado de las Farc, que adelanta su campaña en equipo con quienes fueron sus "enemigos" en las Auc u otros grupos armados.
Desde el Congreso la apuesta sería lo que Soto califica como, "un verdadero proceso de desmovilización y reinserción a la sociedad".
Sus críticas a la actual desmovilización son duras, pues vivió en carne propia las consecuencias. Entre otras cosas, sostiene que si bien el Gobierno les tendió la mano, el grueso de la política de desmovilización se realizó desde oficinas en la Capital de la República, con funcionarios graduados en centros universitarios como Harvard, pero que desconocían la realidad nacional.
Por ello, dice Soto, a quienes dejaban las armas les pagaban un sueldo para que estudiaran, cuando lo que necesitaban era rehabilitación social, sicológica, y luego, por supuesto, un estudio que además los entrenara en un arte u oficio para sobrevivir en la legalidad.
Para Soto, la mayoría de los ex Auc, Farc o Eln, salieron de la ilegalidad y, de la noche a la mañana, entendieron que sus vidas habían dado un giro de 180 grados, lo que los dejó, cara a cara, en los pueblos, barrios u otros espacios donde cometieron sus acciones delictivas, situación para la que no estaban preparados ni ellos ni sus víctimas.
Por supuesto, el rechazo fue general, cuando no era la gente o sus víctimas los que los señalaban o agredían; eran los otros grupos que seguían en armas los que los volvían a enganchar o los asesinaban si no aceptaban o aceptan sus propuestas. En Medellín hay centenares de desmovilizados de los pueblos arrinconados para evitar volver a las armas, dice Soto.
En su interés por tratar de enderezar el proceso y pedir un perdón sincero, por la convivencia pacífica y la verdad, los primeros días diciembre, en el Teatro Pablo Tobón Uribe, de Medellín, se realizará un acto público por la reconciliación.
En el mismo, los desmovilizados estarán frente a frente con quienes fueron muchas de sus víctimas: madres, hermanos, amigos de los asesinados; secuestrados, desplazados, lisiados... Se escucharán cosas duras, porque estábamos en guerra. Señora yo maté a su hijo... yo hice tal daño... pido perdón. Perdonar es tan complejo como dar la cara para pedir perdón, pero no hay otro camino para la paz. Este país no puede continuar lleno de rencores, venganzas, odios y frustraciones de paz. Todos tenemos que aportar", precisa Soto.
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