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Diana y Elixánder un amor a la altura del corazón

21 de febrero de 2009
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De entrada, confieso que no sé a quién admirar más: si a Diana por valiente, porque no se amilanó por su enanismo y ha salido adelante contra toda adversidad, o a Elixánder, su esposo, por elegirla de compañera sentimental importándole un bledo el rechazo de su familia a la relación y las posibles críticas o susurros de la gente.

Por encima de todo se impuso el amor y lo demás para ellos son sólo prejuicios sociales sin sentido. Y ahí están, unidos y con una hijita de dos años que selló su unión.

Diana Isabel Rodríguez Álvarez, nacida en Tarazá (Antioquia) hace 22 años y Elixánder López, llegado al mundo en Bugalagrande (Valle) hace 34 en el seno de un hogar del que prefiere no acordarse, sellaron su unión hace tres años, una relación que nació por casualidad y que tiene mucho de poesía.

"De una llamada equivocada, así la conocí, yo tenía el vicio de llamar a molestar a las casas, ese día llamé a una tía y me equivoqué, me contestó Diana y así empezamos", narra Elixánder, que macho al fin y al cabo, no recuerda el número. Pero ella, mujer al fin de cuentas, lo tiene clarito: "fue el 528 0988...".

Y lo que siguió parece de no creer. La pareja duró un año hable y hable por teléfono, pero sin ponerse una cita para conocerse. Elixánder dice que lo enamoró la voz de ella y bastó para ser su novio a distancia. Ella dice que él la trataba muy bien y se enamoró.

"Yo le dije que era enanita", cuenta Diana y Elixánder repite que, "eso fue lo que me gustó, siempre soñaba con tener una novia bajita".

Y cualquier día, un 20 de enero (recuerda Diana, él no) se encontraron. Ella midiendo 1,20 y él 1,78. Si fue amor a primera voz, luego fue adoración a primera vista, eran el uno para el otro. De eso hace ya siete años y hace tres viven juntos. Luego nació Valentina, que tiene dos años y es lo que se dice una "cagoncita" simpática y hermosa.

Juntitos habitan una casa a la medida de Diana, un sótano de cuatro metros de largo por dos de ancho y 1.90 de alto, en los que se apretujan el amor y las necesidades. Son una familia grande, no tengo duda.

Guía ciudadana
Muchos medellinenses conocen a Diana. La han visto vestida de camiseta y jean azules trabajando como guía ciudadana, un programa de la Alcaldía que siembra pedagogía cívica en apoyo a campañas institucionales. Diana dice que lo más bello e importante laboralmente que ha hecho es integrar el grupo de Guías, "he aprendido mucho porque esto, más que un trabajo, es un proyecto, lo forman a uno y le dan oportunidades".

Chiquita en estatura, pero con carisma de gigante, camina segura por las calles. Como también nació sin su brazo derecho, con la izquierda se ha defendido para ser autosuficiente y hacer sus cosas sola. Con la zurda cocina, come, se baña, se viste y atiende como toda una madre a Valentina. Afirma que no han sido problema su estatura ni la falta de su mano.

"A nivel personal y emocional no, en lo laboral sí, es difícil conseguir empleo, aunque he trabajado en Telecom, en supermercados, no pude entrar a Apuestas Gana, mandé muchas hojas de vida y nunca me llamaron".

Pero se sigue preparando, hizo secundaria, tiene cursos de Excel y computadores. Su sueño gigante es ser ingeniera de sistemas y ahí va. Aunque se siente en una tierra de gigantes, pues siempre mira de pa'arriba, se expresa y habla como toda una mujer y es lo que me sorprende. Su conversación y sus rasgos no transmiten sensación de que es enanita. Y no siente complejos, al contrario, ríe mucho.

Tiene un rostro bello, una sonrisa dulce. Y un carisma que cautiva. Por eso se ganó la admiración del barrio Santo Domingo, donde vive, y el respeto de los ciudadanos a los que guía en las calles.

Y lleva un anhelo que quiere cumplir, "conocer en persona a Nelson Velásquez, el cantante de vallenatos, me moriría de felicidad".

Ojalá que no, que si lo llega a conocer, no se muera, que siga feliz en su casa y en las calles. Es un ejemplo de vida. Y la vida la necesita.

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