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Dios aprieta, pero no ahorca: Palomeque

Este es el hoy en la vida del atleta que cumplirá en agosto la sanción de dos años, por dopaje. Volvería en Brasil.

23 de marzo de 2014
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Para llegar hasta el apartaestudio de Diego Palomeque hay que atravesar la sala y la cocina de la primera planta, y emprender el ascenso por unas escaleras estrechas de madera que conducen al quinto piso.

Allí, en el barrio La Iguaná, donde se siente como si estuviera en su natal Carepa por el cariño de la gente y la presencia de varios amigos deportistas, y del que solo saldría para irse al exterior, este atleta sigue cultivando los sueños olímpicos que un día se le  escaparon de las manos.

En una habitación de no más de cinco metros, dotada de una cama, un cajonero, una mesa de noche, un computador, dos torres grandes del equipo de sonido y un espejo de pared quebrado, del que penden dos medallas, cuenta los días para que termine pronto la pesadilla que soporta tras la sanción de dos años que recibió por un dopaje del que todavía, dice, no encuentra explicación.

Colgadas en ganchos sobre la misma varilla que soporta la cortina del ventanal hay varias chaquetas de la Selección Colombia que dan cuenta de su pasado exitoso en las pistas, y que busca revivir. Una de ellas está marcada con su nombre atrás de la cintura y en la capucha la palabra Londres, escrita al revés.  “Es una manera de tener presente un episodio que no puede volver a pasar, de un hecho que marcó mi vida”. En esa ciudad y cuando estaba presto a saltar a la pista en las Olimpiadas de 2012, empezó el castigo que terminará el próximo 12 de agosto.

En el suelo, varios pares de tenis y chancletas completan el refugio de este velocista de 20 años que, empero, regala sonrisas y proyecta optimismo. Huele a desodorante y loción fina en este sitio desde el que se ven los techos de zinc de las viviendas vecinas, por cuyas ventanas se asoman sus amigos para saludarlo.

 Con un gorro de lana gris cubre su afro antes de ir a donde Angie, la exatleta que le hace las  trenzas cada 15 días. “Me mantengo fresco, nada de estrés y mucho menos vanidad, todos somos iguales, para qué tanto lujo si todo el mundo es igual”.

-¿Se ha hecho muy largo este castigo? “Ufffffff. En parte sí y en parte no. Largo, por las ganas de competir que tengo y por tener que ver correr a los compañeros sin yo poder hacerlo. Y corto, porque me he seguido moviendo y entrenando con mis compañeros que no me han abandonado”.

De inmediato resalta el apoyo de Indeportes Antioquia, de su entrenador Raúl Díaz, de la familia y de su novia Rosa Angélica Escobar, la corredora de 800 metros con quien lleva tres años de relación. “Esa mujer no la dejo, estuvo conmigo en las buenas y en las malas y si en el 2016 nos va bien, luego nos casamos”.

Una lucha más dura
Sobre su regreso, dentro de cinco meses, aunque podría ser antes, porque pidió que le rebajen 10 días la sanción, se imagina sacando a flote todo lo represado en casi dos años. Si la Federación Internacional de Atletismo acepta su petición, basada en capacitación, buen comportamiento y preparación porque nunca ha parado, iría al Iberoamericano de Brasil, del 1° al 3 de agosto.

     Ahora trabaja fuerte en los 200 metros, porque con su entrenador proyecta llegar a la final de los 200 metros planos en los Olímpicos de 2016, en compañía de Bernardo Valoyes. “Esperemos que Dios nos dé vida, salud y fuerza para poder lograrlo. Hay determinación, esperanza y motivación de todos”.

Cuando Palomeque menciona algunos rivales, Alejandro Perlaza, Carlos Lemus y Rafith Rodríguez -quien igualó el récord nacional de los 400 metros con 45.62- habla con especial interés de Rafith:  “ese sí lo tenemos ahí pendiente”, relata entre risas, al reiterar que siempre piensa más en mejorar que en hacer marcas extraordinarias. “Ellas van saliendo solas”.

¿Arrepentimientos? Quizás sí por su novatada al permitir que a su cuerpo entrara una sustancia prohibida (testosterona) y por los dos años sin competencias oficiales. Pero, al mismo tiempo, le da validez a las enseñanzas: “ahora soy más dedicado y responsable”.

Salió de la Villa Deportiva y le tocó aprender a cocinar y valerse por sí mismo. Una vida lejana como la que le tocó cuando compartió, en el mismo comedor, con Usain Bolt y Yohan Blake, grandes figuras del atletismo mundial. Sin embargo, el temple y la formación que su mamá le inculcó, pues su padre murió cuando él tenía 6 años, lo mantienen firme. Nunca ha perdido la fe, porque, dice, “Dios aprieta pero no ahorca, y siento que jamás me ha abandonado”.

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