Esta es una historia desconocida para muchos. Por lo menos hasta que su protagonista —una mujer vallecaucana de 46 años— fue elegida la Mujer Cafam 2014 entre cerca de 200 mujeres de nuestro país que trabajan por el bienestar de sus comunidades. La historia tiene que ver con un pequeño barco hospital que ha llevado servicios de salud a 47 mil personas en las regiones más pobres de las costas del Pacífico, desde el Chocó y el Valle del Cauca hasta Cauca y Nariño.
El barco se llama San Raffaele. Antes era usado en labores de cabotaje. Ahora es un hospital flotante de 34 metros de eslora que tiene cinco consultorios médicos, una unidad de odontología, un laboratorio clínico y un quirófano donde se realizan procedimientos quirúrgicos de complejidad diversa, desde operaciones de cataratas hasta extracción de tumores.
La tripulación del San Raffaele está formada por 9 técnicos y 25 médicos generales, paramédicos y especialistas que atienden consultas de medicina general, pediatría, medicina interna, ginecología, odontología y cirugía y llevan medicamentos a los habitantes de las orillas de los ríos Naya y San Juan, y a las familias indígenas y afrocolombianas que habitan la costa, desde Juradó, en Chocó, hasta Salahonda, en Nariño. La mayoría de ellos son voluntarios que donan su trabajo.
La obra es fruto de la iniciativa de Ana Lucía López Salazar, una economista de la Universidad Autónoma de Occidente, con especialización en proyectos sociales y cooperación internacional, y Diego Posso, un paramédico colombiano que vive en Italia y fue testigo de las frágiles condiciones de salud de la gente del Pacífico cuando trabajó en el Hospital Departamental de Cali.
Ana Lucía nació en Pradera, Valle del Cauca, y es madre de tres hijos a los que ve muy poco porque todos estudian y en los barcos no hay escuelas. Ella fundó en 2007 la Patrulla Social del Pacífico y luego participó con Diego en la creación de la Fundación Italocolombiana del Monte Tabor. Allí se gestó el proyecto. Diego se encargó de conseguir el apoyo de la Oficina de Cooperación Italiana para adquirir el barco. Ana Lucía emprendió la tarea de constituir legalmente la fundación y reclutar el personal médico voluntario.
Su sueño se convirtió en realidad en 2009. Desde esa fecha, el barquito zarpa todos los meses de Tumaco o Buenaventura y durante 10 días atraca en los puertos que va encontrando a su paso por las costas y los ríos del Pacífico para que los pacientes suban a él y sean atendidos.
En una entrevista con El Tiempo en la que relató su historia, Ana Lucía recordó los primeros lloriqueos de Rafaela, una bebé que nació a bordo del barco hospital durante la primera misión humanitaria en el 2009 y fue bautizada con su nombre.
Paradojas colombianas: cuando la misión italiana se fue, hace dos años, el reto de conseguir el dinero para sostener los viajes se volvió cada día más difícil. Al final, en junio del año pasado, el barquito tuvo que ser anclado en el puerto de Buenaventura. La vergonzosa noticia solo se conoció el día en que Ana Lucía recibió el premio Cafam.
Allí está atracado el San Raffaele esperando el dinero necesario para emprender una nueva travesía por el Pacífico. "Sabemos que la gente sigue esperando a su barquito" dijo Ana Lucía a El Tiempo. "Conmueve ver cómo celebran cuando nos acercamos a la orilla. Ellos nos necesitan".
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