Nadie cuenta mejor la historia de los barrios que sus viejos. Y así pasa en el 20 de Julio, donde este domingo se celebra le fecha que nos dio la independencia, aunque más por coincidencia en el nombre que por algún hecho que directamente relacione el barrio con la gesta libertadora.
Así lo admite uno de sus más importantes líderes, César Augusto Cadavid, expresidente de la Junta de Acción Comunal y quien incluso tiene un largo escrito sobre la historia de su barrio.
-Lo de 20 de Julio se dio porque viniendo de Santa Mónica, por una escuela, había una columna que tenía una placa que decía 20 de julio, y cuando la gente venía de allá decía vamos para el 20 de Julio, así creo que se dio el nombre-, relata este veterano de 62 años de edad, que se sabe pelo a pelo toda la historia de su territorio porque allí nació y creció y porque su padre fue uno de los fundadores.
-Esto por acá era como una vereda, puro campo, eran si mucho veinte familias, le hablo desde el 61 cuando empecé a tener uso de razón, que es cuando ya uno empieza a recordar las cosas-, sostiene César Augusto, que en su escrito enumera como primeras familias a los Escobar Lemus, los Paniagua, Los Montoya, los Vallejo, los Marín Marín, "los Pabones" y uno muy especial, don Crispiniano Yepes, que vivía "arriba en La Colina", uno de los sectores más conocidos de este barrio de la Comuna 13 de Medellín.
El hijo de Crispiniano
Precisamente, Manuel Yepes, de 72 años e hijo de Crispiniano, que murió hace 12 años, es uno de los viejos que mejor recuerda los años cuando el 20 de Julio era rural.
-Esto era qué le digo yo, una vereda, cultivábamos zanahoria, remolacha, cebolla de huevo, habichuelas y las llevábamos a vender a la Plaza de Flores, donde mi familia tenía negocios-, relata.
Recuerda Manuel que el barrio, con muy pocas familias, tenía dos dueños: por el sector de la Colina, eran las hermanas del convento de la Madre Laura, y hacia el norte todo era de un hacendado de nombre Juan Nepomuceno "Cheno" Arroyave.
-Todo eran tierras de él, que vendió algunos lotes, porque por acá por La Colina fueron muchas invasiones, por allá se llama Hoyo Sapo-, relata.
Hacia el sur de la montaña, había cafetales. Al contar esto coincide con Pedro Nel Jaramillo, veterano de 72 años que llegó hace 50 al sector y quien añora los años viejos, porque se vivía en plena paz.
-La única casa que queda por acá de esa época es la de Crispiniano-, dice y señala una pequeña vivienda con muros de tapia y tejas de barro, que parece a punto de caer y donde aún vive una de las hijas de Crispiniano.
Hace unos años, cuando la violencia arreció en toda la comuna 13, este sector no fue ajeno. Ni los viejos podían salir.
-Nosotros no nos podíamos parar acá a charlar como en este momento-, afirma, y sus compañeros de vivencia, César Augusto y Manuel, lo confirman.
Algo de sosiego
Los tiempos han cambiado un poco. No hay tanta paz como cuando era rural, pero tampoco tanta guerra como hace cinco o diez años atrás. Lo reconoce otro veterano muy querido por allí: Conrado Álvarez Saldarriaga, de 79 años, guitarrista y volquetero hasta hace muy poco.
-Es que este barrio lo hicimos la volqueta y yo-, dice Conrado, un hombre que ama la tranquilidad más que el dinero, al punto que por muchos años hizo una prueba para confirmar su axioma de que billete que se va de las manos, billete que nunca vuelve:
-A todo billete que cogía le ponía el sello del depósito en el que trabajé o del conjunto musical que tengo y nunca volvió ninguno a mis manos-, sostiene sonriente mientras observa parqueada, al frente de su casa, la volqueta Ford 52 de color rojo en la que se transportaron casi todos los materiales con los que se construyeron las casas del barrio, pues fue de las primeras que llegó al sector.
-A veces mi hijo la mueve, cuando lo requieren-, narra este buen hombre, tan noble y sencillo como todos los veteranos que evocan la historia de este barrio encantador.
Hoy día las necesidades son sencillas y las resume César Augusto así: se necesita mejoramiento de las vías y andenes, revisión de las tuberías de acueducto y alcantarillado, mejorar la sede cívica desde donde se lideró la construcción del barrio, restauración de las escalas que dan acceso a las partes altas y en general soluciones de empleo para afianzar una mejor situación de seguridad.
Este domingo, con diversas actividades se hará la celebración del 20 de Julio con un motivo doble: la conmemoración de otro años más independencia nacional y el orgullo de llevar el nombre de esa fecha. Es de tanta tradición esta fiesta, que la misma fue legalizada por Acuerdo del Concejo en 2009. Lo más justo para una comunidad con arraigo de la que pocos viejos quisieron irse, porque en palabras de Pedro Nel Jaramillo, "uno debe morir donde nación, que es donde está el arraigo de uno"…
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