Con la muerte cruzando por el espejo de la vida, todo puede suceder. Desde joven, Gadafi se vanagloriaba de su poder: "no temo a nada. Si uno teme a Dios, no se teme a nada más". En su hora final fue igual a todos los mortales, el miedo se metió a su vida y pidió que no le dispararan. Mientras lo golpeaban y le jalaban el pelo acosado por el terror repetía: "quiénes son ustedes? ¿qué está pasando?". Era su pueblo que le cobraba la arrogancia en el poder.
Este hombre pasará a la historia como líder excéntrico, terco y megalómano; también como un ser inteligente, dueño de una rebeldía con la cual quiso poner en jaque al mundo.
Nació en el desierto de Sirte, en 1942, en el seno de una tribu nómada beduina. Ese año, los rebeldes de su país, comandados por Muhammed Idris al-Sanusi, aprovecharon que el suelo libio era sede de la guerra entre las fuerzas aliadas de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, y las del Eje de Alemania e Italia, por tomar el control de África del Norte, para aliarse con el primer grupo y lograr la independencia de Italia, que los había sometido desde 1911.
Gadafi nació en guerra. Escuchaba historias de guerra. Su abuelo había muerto en la lucha contra Italia y dos tíos suyos habían caído presos en esa misma confrontación. Tenía nueve años cuando el mencionado líder de los rebeldes se convirtió en el rey Idris I y comenzó la vida de Libia como país independiente.
Muamar crecía en el desierto, en tiendas temporales, sin agua corriente ni electricidad, cuidando pequeños rebaños de ovejas y bovinos, y aprendiendo los rituales de la fe islámica ortodoxa o sunita: lavarse cinco veces al día, postrarse de rodillas de cara a La Meca, rezar a Alá...
"Mi hijo posee una inteligencia poco usual -asegura Benjamín Kyle, uno de sus biógrafos, que dijo el papá de Muamar, llamado Abu Meniar el Gadafi, cuando aquél tenía 10 años-. Educarle nos traerá la bendición de Alá".
Maestra radio
Dicho y hecho. Gastó sus ahorros dándole educación. Bueno, y regalándole radios transistores que fascinaban al muchacho. Cuentan que cuando hacía su bachillerato en Sirte, a veces no comía por comprarle baterías al aparato. Al principio, para entretenerse; después, para no perderse nada de la programación de La voz de los árabes, que emitía desde El Cairo la ideología y los discursos de Gamal Abdel Nasser, hombre de ideas nacionalistas, quien había llegado al poder tras dar golpe de Estado en Egipto, en 1952.
Oyó que Nasser distribuyó propiedades de latifundistas, redujo la influencia extranjera y permaneció neutral entre la Unión Soviética y E.U., durante la Guerra Fría. De este líder se volvió seguidor. Por eso, después de graduarse de Derecho a los 21 años, fue a Gran Bretaña a recibir formación militar: para adelantar una revolución en Libia.
Años más tarde regresó a Bengasi y lideró el golpe de Estado que derrocó al rey Idris I, el primero de septiembre de 1969. En 1970, año de la muerte de su referente, se conoció su Libro verde, volumen en el cual resumió su ideario político: un sistema alternativo tanto al capitalismo como al socialismo, con elementos del Islam. Esa filosofía la llamó Jamahiriya, algo como "república de las masas", en la que el poder descansaba en comités populares.
Se denominó "Hermano Guía de la Gran revolución" y se veía a sí mismo como un intelectual, según cuenta Benjamín Barber, analista independiente de Estados Unidos, quien agrega: era de "temperamento filosófico y reflexivo".
Pero de este hombre que tenía por principal objetivo la unidad árabe, el mundo recuerda un carácter irreflexivo. En 1970 estableció la pena de muerte para quienes se dedicaran a actividades políticas contra él. Fue responsable de un atentado contra un avión de Pan Am, que, en 1988, volaba sobre una ciudad escocesa, con 270 personas a bordo, lo cual reconoció apenas en 2003, y de otro atentado contra un avión francés, en 1989.
Con su esposa Safiya tuvo ocho hijos, quienes encabezaron unidades militares de élite en los últimos 10 años. Tres de ellos han muerto; cuatro huyeron con su madre a Argelia o Níger -dice Efe-, y otro con suerte desconocida: Saif al Islam, parecía su sucesor.
Gadafi nunca dejó de ser el hombre de las tiendas del desierto. En una de ellas recibía a jefes de Estado y a periodistas del mundo, como un verdadero beduino, aunque, claro está, ya con las comodidades de la vida moderna.
Ese "perro rabioso", como lo llamó Ronald Reagan, sabía su final. En un discurso de 2011, ya durante el alzamiento popular contra su régimen, dijo: "soy un luchador, un revolucionario de las tiendas... Al final moriré mártir".
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6