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EL BURDEL DE GALDOS

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04 de octubre de 2014
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Hace unos años escribí sobre el prostiturismo en Medellín y poco faltó para que me despellejaran viva, dizque por moralista y prejuiciosa. Hace dos semanas Guillermo Galdos, periodista peruano, publicó un documental sobre la prostitución en nuestra ciudad y le pasó lo mismo, dizque por amarillista y desinformado. No dijo nada que no supiéramos, pero nos echó sal en la herida.

A nadie le gusta que la visita critique la casa, pero que el problema existe, existe. Me parece, eso sí, que al documental se le fue la mano en gallina, que Medellín no es el burdel más grande del mundo, que prostitución hay en todas partes y que medirla es imposible. Pero que la prostitución se practique en todas las ciudades y que haya otras con índices iguales o mayores no justifica que nos rasguemos las vestiduras por una verdad que duele.

Muchas voces de protesta se han oído, empezando por la oficial, que de inmediato echó mano de sus viejas herramientas: las estadísticas, los avances en movilidad y en seguridad, (el viejo cuento de las "vidas salvadas") y los premios en innovación, turismo y demás. No se discute que Medellín está en proceso de superación de obstáculos y que está muy bonita, pero tiene problemas graves. Y la prostitución es uno de ellos. Los 32 mil millones que la Alcaldía invierte en prevención de la explotación sexual no se notan mucho. Pero sí es evidente que nos duele más un rasguño en la imagen que la lesión abierta que representa el problema en sí para la sociedad.

Una sociedad enferma, plagada de vicios, insaciable, desbordada por las drogas y el sexo, envilece los pueblos y los vuelve oferentes también insaciables del dinero "difácil". Esto impide que la ciudad sea tan inmaculada como quisiéramos. Basta observar lo que sucede en la estación Poblado del Metro cualquier viernes por la tarde: docenas de muchachas que llegan de todos los sectores camino del Parque Lleras a buscar opciones. Algunas universidades en cuyas cafeterías hay catálogo de prepagos. La 33 y muchos sectores del centro también cuentan con oferta y demanda permanente. Hoteles con acopio de taxis apostados esperando en la madrugada a los jóvenes (hombres y mujeres, porque la prostitución es unisex) que salen de prestar sus servicios a los turistas, y no son dos ni tres.

Claro que los extranjeros tampoco son los únicos clientes: también hay consumo local (incluso hay quienes van de cama en cama sin cobrar). "Hagámonos pasito" no puede ser nuestra consigna.

La prostitución es un oficio universal que tiene causas múltiples, con un factor socioeconómico determinante entre ellas, además de una muy débil formación moral y un vacío de principios. A la de Medellín, además, se le agrega un estigma de ciudad "dinerofacilista" que no se borra de la noche a la mañana ni con varias capas de maquillaje.

En vez de enojarnos por las verdades incómodas deberíamos unir voluntades para solucionar los problemas que originan esas críticas. Patalear, cruzarse de brazos y mirar para otro lado siempre será más fácil que solucionar. Familia, academia y Estado tenemos responsabilidad en esta historia.

Reconocer los lunares de Medellín no tiene nada que ver con los afectos: Amo esta ciudad, vivo feliz en ella y me enorgullecen sus avances tanto como me duelen sus dificultades. Y no me iría de ella ni aunque me condenaran al destierro, que quede claro.

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