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El club de los desahuciados de Jean-Marc Vallée. Un hombre y sus decisiones

  • El club de los desahuciados de Jean-Marc Vallée. Un hombre y sus decisiones |
    El club de los desahuciados de Jean-Marc Vallée. Un hombre y sus decisiones |
24 de enero de 2014
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Dos ganadores fijos del Óscar. Si yo quisiera que ustedes vieran El club de los desahuciados ese podría ser mi primer argumento: véanla por las interpretaciones magníficas y emocionantes de Jared Leto y Matthew McConaughey, en personajes que les darán el codiciado premio dentro de un mes. Pero además deberían ver esta película, de una precisión narrativa notable si tenemos en cuenta que se filmó en 25 días por su bajo presupuesto, porque visibiliza una historia que merece ser conocida y desarrolla un tema del que casi nunca hablamos y que deberíamos tomar más en serio: el Sida.

Durante demasiado tiempo se pensó que el Sida era una especie de “castigo divino” para los homosexuales. En los años ochenta, una sociedad conservadora e hipócrita permitía que los pacientes de Sida agonizaran porque nadie estaba interesado en buscar medicamentos para “ellos”, los “distintos”. Por eso es tan interesante lo que representa el personaje central de la cinta: Ron Woodroof, un electricista y montador de vacas en un rodeo, mujeriego y bebedor, el típico “macho” que se indignó al saber que Rock Hudson era gay. Cuando a Woodroof le diagnostican la enfermedad lo primero que piensa es que él no puede tener Sida, porque no es homosexual. Sólo entonces enfrentará sus prejuicios y tendrá que aprender, consultando en una biblioteca, lo que ya se sabía y nadie decía: que el Sida también se transmitía entre heterosexuales y que tenían alto riesgo aquellas personas que se inyectaran drogas o quienes tenían contacto sexual con ellas.

Uno de los mayores logros de la película es que logra combinar el relato personal y real de Woodroof con la lucha que debieron dar los pacientes por tener mejores drogas. Para no perderse en las minucias históricas, es recomendable que vean How to survive a plague, documental nominado al Oscar el año pasado; sin embargo, la claridad del guión de El club de los desahuciados permite que comprendamos las razones del cambio personal que dio Woodroof, que por fortuna no es transformado aquí en un santo, como suele hacer el cine gringo: la principal razón que lo lleva a conseguir medicamentos no permitidos en Estados Unidos para venderlos a los pacientes afectados es la ambición, no el altruismo ni la bondad. Simplemente los golpes de la vida y su amistad con Rayon, el travesti alegre y enérgico que encarna Jared Leto, le van enseñando cosas.

A ser tolerante con quien es distinto, a valorar a los que antes despreciaba sin razón, incluso a apreciar a las mujeres, como lo muestra una preciosa secuencia en la cena con la doctora que interpreta Jennifer Garner.

Es innegable el paralelo que se puede trazar entre Woodroof, que opta un día vivir sanamente para alargar los 30 días de vida que le diagnosticaron y McConaughey, decidido por fin a ser el actor que prometía desde sus inicios.

El club de los desahuciados tiene la virtud de recordarnos eso. Que son nuestras decisiones las que nos hacen lo que somos. Que seremos lo que nos atrevamos a ser.

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