Empieza a sentirse el desgaste de algunos de los ministros del gobierno de Juan Manuel Santos. Y es normal.
Después de una caída en la popularidad del Presidente, los medios de comunicación y la ciudadanía emprenden a pedir resultados, y no sólo buenos intentos.
El gabinete de esta administración empezó como el equipo soñado de un gobierno. La mayoría de los columnistas, analistas, editoriales, líderes, partidos políticos y la opinión pública en general, apoyamos y exaltamos el equipo que el presidente Santos designó para empezar su gobierno.
Era una clara diferenciación del estilo que iba a tener su gobierno frente al de su antecesor, puesto que el exmandatario Uribe tenía pocos ministros de alto perfil, porque su cualidad para el micromanejo hacía que estuviera metido en todos los temas. Es claro que la mayoría de los ministros del final de la administración anterior eran pequeños ejecutores, pero no grandes estrategas.
Por su parte, Santos nombró en su gabinete personas profundamente conocedoras del área designada, con gran experiencia e importante preparación técnica y académica. Ahora bien, eso no aseguraba que estos funcionarían idóneamente, como ha sido el caso de varias carteras, donde los cambios se hacen una necesidad.
El modelo de Santos tenía más fortalezas que riesgos, pero estos últimos han comenzado a notarse y dejan ver que las políticas y metas no van como se requiere, mostrando falencias en el gobierno y descoordinación entre las carteras y las necesidades del país.
Ha pasado desapercibida la labor de los ministros de Comunicaciones, Vivienda, Cultura y Educación (que ha hecho un mejor trabajo como alcaldesa encargada que como ministra). En algunos de estos ministerios cuesta recordar el nombre del jefe de la cartera. Su desempeño no ha sido deficiente, pero tampoco han brillado mostrando resultados. El problema es que el país no está en un momento de aguantar desempeños mediocres. Se necesitan funcionarios que sobresalgan y empujen sus carteras con constantes logros.
En el caso de Relaciones Exteriores, Hacienda, Minas (pese a su criticada posición en cuanto a los precios de la gasolina), Agricultura e Interior y Justicia, los jefes de cartera han hecho un trabajo muy bueno. Con algunas salidas en falso, como es normal, estos funcionarios han demostrado un gran liderazgo que, a algunos de ellos, los perfila como posibles candidatos presidenciales.
Son ministros que han tomado riesgos, y que pese a las expectativas que la sociedad tenía de ellos por su alto perfil, han estado a la altura de los retos y han trabajado por sacar adelante temas cruciales para el país. Puede que la opinión y varios sectores estén en desacuerdo con algunas de sus decisiones, pero lo cierto es que en el balance unificado, y no en el de caso por caso, estos funcionarios han demostrado que la experiencia que tienen la han sabido utilizar por el bienestar de la nación.
Por su parte, las carteras de Comercio Exterior, Salud, Defensa y Transporte presentan un atraso en la ejecución de sus planes y una falta de liderazgo en sus cabezas, convirtiéndolas en entidades con una falta de un norte claro y llenas de burocracia. Eso ha generado una pérdida de terreno en temas donde se avanzó mucho en la administración pasada como la inversión extranjera, pero sobre todo la seguridad.
Lastimosamente son esos ministerios los que están enfrentando varios de los más grandes problemas del país y, por eso, se hace exigible una renovación en sus cabezas.
Las falencias hasta ahora en esas carteras han sido responsabilidad de los ministros. Eso es claro. Pero si Santos no actúa y cambia pronto a esos funcionarios, el error administrativo y la responsabilidad política recaerán directamente en el Presidente.
Un escenario que Santos no puede permitir, menos ahora que su alta popularidad empieza a ceder.
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