Con su buen estado físico, señorío, capacidad deportiva y mente soñadora, Luis Amaranto Perea llegó tan lejos que fue uno de los pocos jugadores hechos en el Independiente Medellín que figuraron en Europa y aún se sostienen en el exterior.
Este zaguero central, que hizo sus pinitos en los elencos Cristal Caldas e Italia de Turbo y que se mostró oficialmente en el Palacio de las Novias, no se cansa de agradecerle a Dios "por las bendiciones que me ha brindado; con su ayuda he conseguido logros como jugar una gran Copa Libertadores con el DIM, ser campeón con Boca Juniors, estar en la Copa América, alcanzar el sueño de la clasificación mundialista, consolidarme en España con Atlético de Madrid y llegar al Cruz Azul de México".
A sus 34 años de edad conserva la humildad que se le conoció en 1998 cuando vendía helados en Medellín y se paseaba por las canchas Marte tratando de impresionar con su estado atlético y condiciones. Y lo consiguió, porque entre 2000 y 2003 fue irremplazable en el Poderoso al hacer parte del equipo que alcanzó la estrella después de 45 años.
A diferencia de otros deportistas en el país, los logros y elogios no lo "marearon". Al contrario, lo han revitalizado, porque sabe de lo que significa para sus cuatro hermanos, su papá Amaranto, su madre Feliciana, sus dos hijos -Juan David y Daniel-, y su esposa -la atleta Digna Luz Murillo-.
"Mi consigna siempre ha sido sostenerme con responsabilidad en el fútbol internacional, porque si hago las cosas bien podrán llegar más colombianos. Con esfuerzo, convencimiento en mis condiciones y manteniendo siempre la calma en los momentos difíciles, que han sido muchos, he cumplido las metas trazadas. Ser campeón con el DIM; después, triunfar con Boca Juniors; ser un referente del Atlético de Madrid; jugar en uno de los grandes de México, como Cruz Azul, y mantenerme en la Selección es algo que genera orgullo".
Lo positivo de Amaranto es que no se ha conformado con triunfar. Sus logros y ganancias las ha compartido con los menos favorecidos, especialmente en Urabá, donde es tildado de héroe.
La demostración de ese cariño ganado a pulso fue cuando en 2003 quedó campeón argentino e intercontinental con Boca Juniors: lo recibieron en caravana desde el aeropuerto de Carepa y generó una locura colectiva por las calles.
Su progenitor Amaranto Perea Pestaña maneja cerca de 200 pequeños de la escuelita municipal y cuenta que "cada fin de año Lucho -como lo llama- viene y les colabora a los niños con muchas donaciones y no solo su gratitud y generosidad me mantienen orgulloso, es su personalidad y caballerosidad; mi hijo sigue siendo humilde y el mismo que un día se fue a buscar otros rumbos a Medellín".
Amaranto era una persona más que normal antes de surgir en ese DIM de 2002, que dio la vuelta olímpica en Pasto y que enloqueció a la sufrida afición escarlata con la tercera estrella, esperada desde 1957.
"El Medellín siempre estará en mi corazón, porque fue en el que me dí a conocer internacionalmente; todos los recuerdos rojos son inolvidables al igual que sus grandes dirigentes como Fernando Jiménez y Javier Velásquez. Ojalá este centenario le sirva al equipo para ganar más grandeza y consolidarse".
En las páginas del DIM tiene su espacio ganado como uno de los grandes, por su temple y seguridad entre 2000 y 2003.
Pero a Amaranto le falta algo para que su consagración sea total: un Mundial. Esa posibilidad la buscó desde 2006 con los técnicos Pacho Maturana, Reinaldo Rueda, Jorge Pinto, Leonel Álvarez. Y la logró bajo la orientación de José Pekerman, rumbo a Brasil-2014.
Esa seguridad que se le nota a Amaranto en las conversaciones es la misma que se tiene en su función de padre. Le gustaría que sus hijos siguieran el mundo del deporte que los ha acompañado en familia; sin embargo, está preparado para apoyarlos en caso de que tomen otro camino y decidan emprender aventuras como las que tuvo que protagonizar él desde Currulao para sobresalir y convertirse en uno de los jugadores insignias en los 100 años del DIM.
Feliz porque está a punta de jugar el Mundial de Brasil, Amaranto admite que "el centenario rojo nos pone orgullosos a todos los que pasamos por el club". También recomienda disfrutarlo y aprovecharlo para que el "Poderoso alcance otra dimensión y continué siendo el motivo de satisfacción y la principal alegría de esa gran hinchada que no ha dejado de alentarlo para que siga siendo una fábrica de alegrías y uno de los más importantes en el fútbol colombiano. Ojalá la pasen bien y espero estar en la celebración, porque el Medellín siempre será mi casa".
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