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El legado de monseñor Isaías Duarte Cancino

Hoy se cumplen 10 años del asesinato del arzobispo de Cali. Testimonio y perfil por su sobrino, Ricardo Duarte.

  • El legado de monseñor Isaías Duarte Cancino | El asesinato de Duarte Cancino, es el crimen más grave contra la Iglesia en el país. FOTO ARCHIVO
    El legado de monseñor Isaías Duarte Cancino | El asesinato de Duarte Cancino, es el crimen más grave contra la Iglesia en el país. FOTO ARCHIVO
15 de marzo de 2012
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El hoy beato Papa Juan Pablo II cuando se enteró del derramamiento de sangre de monseñor Isaías Duarte Cancino se pronunció diciendo: "pastor generoso y valiente en el anuncio de la Buena Nueva ha pagado con tan alto precio su enérgica defensa de la vida humana, su firme oposición a todo tipo de violencia y su dedicación a la promoción social desde las raíces del Evangelio".

Hoy muchos colombianos recordamos a monseñor Isaías Duarte Cancino , quien cumple una década desde que fue martirizado desempeñando heroica y consistentemente su ministerio sacerdotal y misional. Escribo estas líneas como testigo de que sirvió a la Iglesia con la fidelidad y la valentía de los grandes.

Su misión en la Iglesia y con todos los colombianos, de toda estirpe, raza o condición, fue siempre y únicamente de entrega en Cristo. Su accionar evangelizador respondió siempre a esa lógica religiosa, que para muchos nos es muy difícil entender; y nunca se dejó acercar a la lógica mundana del poder y la gloria. Siempre estuvo iluminado por la fe y animado por la caridad al momento de dar y exigir.

Durante su paso pastoral por todas las ciudades y municipios donde sirvió, fui testigo de su amor por Dios. Su amor al construir Iglesia en sitios donde no la había y su amor por sus hermanos afligidos.

Me fue grato verificar con sus fieles, que su caridad se tradujo en inmenso respeto por su ayuda eficaz y efectiva al más necesitado. Su caridad vivida, y lo saben muchos, fue ejercida de manera heroica en medio de la guerra, del odio y de la barbarie incomprensible, que aún pulula en el país. Su entrega era siempre absoluta e incondicional por la justicia y el bien, que como buen pastor lo llevó hasta derramar su sangre.

Tío Isaías sirvió a la Iglesia con amor firme y vigoroso, con transparencia y sabiduría, con la energía y fortaleza de un buen pastor, con la fidelidad y el valor de un mártir. Fue un excelentísimo servidor de la Iglesia y un faro de luz para muchos colombianos que encontramos en él una voz de aliento ante la adversidad del narcotráfico, la ausencia de valores, la pobreza o el conflicto.

Apóstol de la paz
Actuó como modelo a imitar y seguir. Con la frente en alto, nunca le tembló su talante para excomulgar criminales, denunciar narcotraficantes o para exigir rectitud y honestidad en gobernantes o empresarios. Su legitimidad y respeto estaba en el servir a Dios y a los hermanos colombianos con fe y caridad auténtica. En suma, actuó en la lógica del Evangelio, no en la lógica mundana de poder y gloria.

En los binomios de poder o servicio, cobardía o valentía, egoísmo o altruismo, interés o bondad, no tengo duda ninguna sobre las férreas escogencias de mi tío.

Hoy su nombre resuena en lo más profundo de muchos colombianos que lo conocimos y en los que nunca lo conocieron, pero lo siguieron. Hoy le rezan y nuevamente nos duele profundamente su ausencia, pero nos tranquiliza saber que fecundó con su vida la Iglesia.

Tu ejemplo de vida, de entrega hasta el martirio, será para muchos, incluyéndome a mí, un modelo de auténtico amor por el servicio y de profunda vida eucarística. Cuánta falta le haces a nuestra familia, pero cuánta más a tu Iglesia y a tus hermanos en Colombia. Te rogamos que continúes sosteniendo desde el Cielo la fe de todos los colombianos.

Querido tío, una década más tarde vuelvo y te imploro que sigas intercediendo por todos los que buscamos lo que tú querías: una Colombia viva, libre y en paz.

* Sobrino de monseñor Isaías Duarte

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