Es hábito común en todos los humanos establecer juicios sobre las personas con la primera impresión que se tiene de ellas, que terminan volviéndose etiquetas, las cuales, en el caso de ser valoraciones positivas de las personas, son altamente motivadoras, pero en cambio, a quien, por desgracia, se le asigna una valoración negativa, termina por lesionar, a veces de por vida, su autoestima.
Es así como a la persona que se sale de alguna manera de los moldes establecidos como "normales" de acuerdo con el funcionamiento adecuado del sistema, se le empieza a nombrar con esa característica "disonante" hasta el punto de que se vuelve su "carta de presentación", de tal manera que cuando alguien pregunta acerca de él por su nombre, el interlocutor aclara, como cosa muy normal: "¡Ah! sí, el tímido, el perezoso, el enano, el gay, la gorda, el negro, el invisible?
Entonces, con esas odiosas etiquetas cargan algunas personas toda su vida y terminan por identificarse de tal manera con el término impuesto que les cuesta mucho trabajo salirse de allí, porque esos rótulos pesan demasiado, máxime si los imponen los padres o los profesores y si estos se encargan de difundirlo a las demás personas.
Esto no sólo afecta a los niños; de todos es conocido "el profesor cuchilla, el gritón, el borracho, el barrigón etc." con todos los apodos que, según la creatividad de los alumnos, van saliendo a escena y que no permiten valorar al ser real que se oculta tras esa apariencia.
También se suele etiquetar a los grupos y entonces al profesor recién llegado le dicen: este grupo es muy "duro", "difícil" "indisciplinado", los otros en cambio son excelentes.
¡Cuánto daño hacemos! sin darnos cuenta. Es importante propender en los colegios, las familias y las empresas por una cultura que rechace abiertamente los rótulos descalificadores, para que los individuos puedan expresarse y construirse como personas de bien con una sana autoestima.
La mayoría de las veces nos enfrentamos simplemente a conductas susceptibles de modificar si variamos nuestra manera de tratar a los hijos y alumnos y le concedemos a todos, no sólo a los que funcionan perfectamente para el sistema, la posibilidad de expresarse, teniendo frente a cada uno, unas expectativas de logro, capacidad y valores positivos.
Sé que si asumimos un estilo diferente frente a esos niños y jóvenes signados con rótulos malignos y en lugar de ver en "Juanito" al irresponsable, vemos al niño capaz de responder si le conceden unas normas claras, coherentes, una alta motivación y muchísimo afecto y si cambiamos nuestras expectativas frente a ellos sabiendo que cada uno puede ser lo que los otros esperen de él, veremos magníficos resultados y sorprendentes respuestas; entonces seguramente los resultados académicos irán mejorando al igual que la convivencia en los distintos grupos.
Es bueno recordar que el ser humano, no uno, todos, somos "la posibilidad de las posibilidades", según Kierkegaard. Permitámosle a todos los que cargan esos rótulos descalificadores expresarse de otras formas: a los alumnos "invisibles", a los que tienen dificultades de comportamiento o académicas asignémosles responsabilidades de complejidad progresiva, involucrémoslos en grupos, motivémoslos a participar en actividades recreativas, culturales, deportivas, hagámosles sentir que son importantes para el grupo, para la familia y esos rótulos irán desapareciendo uno a uno como unos trajes que en mala hora alguien les quiso poner.
¡Cuánto bien puede hacer para toda la vida una simple frase de estímulo, un apoyo y una muestra de confianza de un maestro para un alumno, o de un alumno para un maestro o de un padre para un hijo o viceversa!
Es como dice San Pablo: "Vencer el mal con la fuerza del bien"
La academia es vital para el desarrollo, pero la salud mental y afectiva de los seres humanos es el hilo conductor de toda nuestra experiencia como tales.
*Médica con estudios en Salud mental en la familia
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