Estamos a pocos días de finalizar una Navidad más. Hace un par de días visité un pequeño pueblito llamado Greccio, en el que, según cuenta la tradición, san Francisco de Asís se detuvo en la Navidad de 1223 para hacer la primera representación de la historia de un pesebre en vivo.
Hoy, cientos de turistas y peregrinos van a este lugar ubicado en el Apenino central en Italia. Oran justo donde se representó el pesebre, contemplan los frescos elaborados en aquella época que representan las figuras del nacimiento. Hay también una inmensa exposición de pesebres típicos: El nacimiento de Jesús representado en estilo asiático, africano, norte y latinoamericano y también europeo.
A esta pequeña localidad se refirió en su audiencia pública del 23 de diciembre el papa Benedicto XVI diciendo que La noche de Greccio "ha devuelto a la cristiandad la intensidad y la belleza de la fiesta de la Navidad" y ha permitido a los cristianos "aprehender su mensaje más auténtico, su calor particular, y a amar y adorar la humanidad de Cristo".
En este tiempo de Navidad me he preguntado por qué san Francisco quiso representar en vivo un acontecimiento ocurrido 1.223 años atrás y por qué hoy, 786 años después, millones de familias alrededor del mundo siguen armando el pesebre en sus casas.
Me pregunto por qué el nacimiento de Jesús lo han descrito tantos poetas, literatos, pintores, escultores. Por qué hay un género de canciones (villancicos), dedicados exclusivamente a su nacimiento.
Es Dios mismo quien se ha hecho niño, quien con la sencillez de haber nacido en un pesebre nos devuelve la dignidad de hijos de Dios y nos enseña el valor de las cosas esenciales. Allí reposaba Dios y la bondad misma en su máximo esplendor.
En cada Navidad, su mensaje no pocas veces se pierde entre miles de falsas alegrías que reducen esta fiesta una estrategia más para consumir. Sin embargo, hay quien, al igual que los pastorcitos que fueron a visitarlo, es capaz de acercarse a esa humilde cuna para hallar en ella la más rica de todas las sabidurías.
Que la Navidad sea una ocasión para acoger el inmenso regalo de Dios hecho hombre de nuestra misma carne. Que la representación del nacimiento de Jesús haga de nuestros corazones una morada digna donde el Niño Jesús pueda nacer y que al igual que los pastores y los Reyes Magos podamos cambiar nuestras vidas y alejarnos de todo lo que no nos deja ver de su plan de amor en nosotros.
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