Si Medellín debe tener una zona que sea un laboratorio de seguridad ciudadana integral, esa debe ser la de El Poblado. Se trata de un territorio que alberga una dinámica y vibrante mezcla de usos inmobiliarios: el residencial, el comercial, el de servicios y el de vida nocturna gastronómica y de diversión. ¿Qué otro escenario puede resultar una masa más completa de facetas urbanas servidas para que el aparato gubernamental ponga a prueba su capacidad de proveer seguridad policial, control y convivencia social y orden en materia de movilidad?
Acaba de anunciarse la puesta en marcha de un programa que consolide cuatro zonas seguras en la comuna 14, El Poblado. Son ellas: el Barrio Colombia, el Parque Lleras, el sector hotelero y la llamada Milla de Oro. Un paisaje variopinto, que incorpora actividades productivas y sociales definitivas para Medellín y para los mismos usuarios y habitantes de esta parte del oriente de la ciudad. Cuadrantes industriales, de servicios, de comercio y alojamiento de turistas nacionales y extranjeros.
Hablamos de la excepcionalidad de El Poblado como terreno para este experimento de integración de esfuerzos ciudadanos y municipales, y de diálogo de poderes e intereses públicos y privados en pro de la seguridad, porque allí interactúan miles de personas de todos los estratos y perfiles ciudadanos. Para esta fase ya definida de intervención la Administración Municipal anunció un aporte de 1.200 millones de pesos. A ese capital se sumará el "case" de los empresarios y demás fuerzas ciudadanas y productivas agrupadas y representadas en Corpoblado y otras organizaciones sociales del sector. Un esfuerzo mixto que impactará los indicadores de seguridad de una zona de 120.000 habitantes en la que además confluye una fuerza productiva y de consumo flotante que puede, fácilmente, triplicar esa cifra de beneficiarios directos e indirectos. Todo mediante una política de seguridad que la gente reclama permanente, integral, de largo plazo, esto es, ni más ni menos, de Estado (no de gobiernos).
Aunque Medellín posee un centro histórico indiscutido, El Poblado constituye una centralidad urbana de un potencial e influjo sobre el resto de la ciudad que justifica a todas luces esta estrategia mancomunada de protección y bienestar comunitario. Sobre todo porque estamos hablando de la vitrina más privilegiada que posee la ciudad para mostrar al resto del país y al mundo los alcances de su transformación y su modernización, no solo en materia de infraestructura sino de cultura cívico-ciudadana.
Estas cuatro zonas seguras de El Poblado son una prolongación de esfuerzos por mejorar la calidad de vida en otros tramos de la ciudad, en especial en el ejercicio de dos alcaldías que pusieron sus ojos, como debían (y para fortuna de una inaplazable búsqueda de equidad social), en los barrios y en las comunas del Norte y las laderas del Centroriente y el Centroccidente de Medellín.
El Poblado es hoy el nervio central de los hemisferios de la vida urbana de Medellín. Un nervio molestado por algunas estocadas que le propician la delincuencia común y organizada, frente a las que hay crecientes preocupaciones de los habitantes de la zona residencial y de los usuarios del área comercial y de servicios. Por eso el anuncio de las primeras cuatro zonas seguras es señal de que se tomarán las medidas necesarias para corregir los dolores de cabeza que ocasionalmente aquejan un sector tan sensible a los intereses y los afectos de los medellinenses: robos callejeros, atracos a mano armada y fleteos, entre otros.
Con más cámaras de vigilancia, con retenes móviles continuos, con una cultura ciudadana de autoprotección frente a la delincuencia y la rumba irresponsable, y con el pie de fuerza policial suficiente, estas cuatro zonas seguras de El Poblado nos prometen una estrategia de seguridad tan eficaz e integral que seguramente se replicará, en el largo plazo, en otros sectores de Medellín.
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