Los hijos de la Isla del Pozón, en Cartagena, viven una pesadilla amarga, las epidemias, como consecuencia de las aguas estancadas y de lo insalubre de los albergues. En esta isla se ven niños por todas partes. Atraviesan el puente cargando en sus cabezas las cajas con leche saborizada que cada semana les envía el Instituto de Bienestar Familiar. Se ven metidos en el fango sacando lodo para rellenar la entrada de una casa, jugando a las escondidas o bolita (canicas) entre la maleza o dándose un baño con una manguera de una tubería conectada "de contrabando" al acueducto.
El crecimiento desordenado del barrio El Pozón negó a la población del sector de la ciudad de Cartagena el poder contar con áreas destinadas a la recreación y al esparcimiento. Es por este motivo que se observa a los niños de todas las edades jugando en las calles y en los lotes baldíos.
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