La celebración del Día del Trabajo invita a reflexionar sobre la necesidad de unas relaciones laborales fraternas por oposición a aquellas regidas por el odio de clases o el capitalismo salvaje. Fraternidad en los empleadores y también en los trabajadores.
La empresa tiene que buscar su crecimiento y competitividad y la estabilidad y calidad de vida de sus trabajadores. Estos, a su vez, tienen que pensar en reivindicaciones cuya sostenibilidad depende de un largo plazo exitoso de la empresa.
La fraternidad implica una actitud mutua de empleadores y trabajadores opuesta al despotismo y al sindicalismo armado o radical.
América Latina continúa en la discusión obsoleta entre rigidez o flexibilidad en las normas jurídicas laborales.
El extremo de ambas es la precariedad en el empleo por costos exagerados, falta de realismo en las condiciones de contratación o desvinculación, y en el otro lado pauperización de la remuneración y negación de garantías mínimas de estabilidad.
La fraternidad ayuda a romper el estancamiento al que conduce la anterior contradicción.
Puede lograr que con los trabajadores o sus organizaciones se contrate no solamente la remuneración sino la ejecución colectiva de obra. Ideal permitir que los trabajadores de la empresa tengan la primera opción para prestar o vincular servicios de tercerización (outsourcing) en lugar de hacerlo siempre con entidades ajenas a la empresa.
América Latina con desempleo juvenil del 18%, en Europa oscila alrededor del 48%, y de acuerdo con la OIT con mejores pronósticos de empleo general que el resto del mundo en los años que viene, no está exenta de ver agravar estos flagelos.
Aplicar un concepto moderno y fraterno de relaciones laborales es definitivo, también los incentivos a la inversión, el apoyo al emprendimiento y prioritariamente la educación.
Cuando las economías están integradas al mundo tienen que ser competitivas, se obligan a incorporar tecnología de última generación, lo cual se opone a construir carreteras de pico y pala o a realizar actividades fabriles con maquinaria obsoleta para premiar la mano de obra.
Hoy, los mejores incentivos al empleo son la promoción de la inversión y el avance educativo.
Los incentivos que introdujo Colombia a la inversión no son rebajas de impuestos a las utilidades sino apoyos fiscales a la instalación de nuevas actividades económicas.
Mientras en los Estados Unidos es un albur que los ahorros de impuestos de los adinerados vayan a la inversión, aquí se decidió que el apoyo estatal estaría condicionado a la efectiva realización de la inversión.
La carga tributaria debe mirar los impuestos y las obligaciones parafiscales.
Los incentivos a la inversión en alguna forma compensan obligaciones parafiscales sin desmontarlas. Para que la pequeña empresa pueda pagar al Sena, ICBF y Cajas de Compensación es imperativo el apoyo estatal a su competitividad.
Un Estado austero en burocracia debería incrementar el crédito, los fondos de garantía y de capital de riesgo (Emprender) en beneficio de la empresa mediana, pequeña, popular y de las iniciativas de emprendimiento de los jóvenes.
Llevar a estos las herramientas que el mercado utiliza para las grandes empresas.
Y el eje fundamental es la educación integral: clásica, vocacional, tecnológica, universitaria, de extensión, investigación y desarrollo.
El empleo con calidad es el empleo o mejor el emprendimiento con educación. Por supuesto, sin descartar los empleos remediales como opciones transitorias n
* Expresidente de la República 2002-2010.
Pico y Placa Medellín
viernes
no
no